miércoles, 25 de febrero de 2009

Me niego

Alguien dijo que "vale más ante el mal cien veces una cólera impura que una resignación indiferente". Me niego a dejarme domesticar y deseo manifestar mi inconformismo. Me niego a encerrar mi cultura en el ámbito ambiguo de las artes y las letras. Me niego a servir a un único amo y a un sólo señor. Me niego a levantarme de la cama al escuchar el despertador. Me niego a la abulia irresistible que produce una tarde de domingo delante del monitor de televisión. Me niego a aceptar métricas en mis versos. Me niego a matar a mi perro por morder al imbécil de mi vecino de rellano. Me niego a servir de cobaya de laboratorio en la Seguridad Social. Me niego a participar en una historia en la que no me han dejado tomar parte activa. Me niego a bailar con la más fea la pieza más larga. Me niego a saludar al que me cae antipático. Me niego a reir chistes trsnochados y machistas.

Entre el aguachirle filosófico y el dogmatismo católico, prefiero la luna de Valencia. Me considero pobre y no me avergüenza llevar un abrigo remendado, ni me sonroja tener amigos bohemios que recogen porquerías en los cubos de basura. Siento compasión por los obreros y pequeños comerciantes que desean llegar a ser ricos sin reformar la sociedad. Montaigne, en su "Revolution personaliste et communautaire" aclara en este sentido: "Es rico el empleado que acepta el mundo a causa de los favores del patrón, la vendedora que toma parte en los objetos de lujo, el proletario que devora el ideal de ser empleado de banca, el joven antimilitarista que sueña en secreto llegar a teniente de reserva..." En resumen: nuestra fuerza reside las más de las veces en nuestro propio fracaso.

domingo, 15 de febrero de 2009

La nube

La niña de azul y blanco, vestida de novicia, cabalga sobre una nube de algodón. Debajo queda la estampa quieta de niños desnudos pintados por Sorolla. A lo lejos, un tren muy oscuro silba aires de silencio. Es inútil, pequeña, que el tiovivo siga dando vueltas sobre su eje. Los caballos parecen de fotógrafo de glorieta abandonada. Como de la glorieta de Las Glorias, en la Barcelona es bona de finales de los sesenta, en la que todos hablaban más en andaluz que en otra lengua. Aquella era una salida de metro en medio de la nada, cerca de las vías del ferrocarril. La infancia quedó registrada en la estúpida libreta escolar junto a un ramillete amargo de fotos amarillas. Amo los pleonasmos con su carga furtiva de innecesarias redundancias. Sí, la nieve siempre es blanca y las penas son espesas. De nada sirve beber el Calisay, de las Destilerías Mol Fulleda de Arenys de Mar, para olvidar algo que siempre se reaviva cuando nos llegan aromas de perfumes orientales, o descubrimos una flor liofilizada dentro de las páginas de un libro desencuadernado más por los traslados que por su lectura. Yo sé adonde van las nubes, mi niña. Es fácil entenderlo. Verás, escucha, las nubes se alejan todas las noches para regresar a la mañana siguiente con otros matices. Hace cincuenta años de casi todo y me he convertido en orador de cafetín-concierto. Conozco los dos primeros fascículos de la historia interminable y, no sé, pero cuando me encuentro con alguien con capacidad bastante para escuchar, le suelto un párrafo interminable. Entre canción y canción de la animadora, o del vocalista con cara de sapo, soy capaz de explicar la reconversión agrícola en Guatemala, que es tema aburrido de cojones. Pero a la niña de azul y blanco esas cosas le traen al pairo. Ella cabalga sobre una nube de algodón, lejos de las catacumbas del viejo cafetín de olor rancio y luz tenue, casi de velatorio pueblerino.
--Oiga, amigo,¿le importa que moje la torrija en su café?
--Hombre, si ese es su deseo...
Don Gumersindo Pitarque Bonafonte ignora que Navaggiero fuese quién convenciera a Boscán de que incorporara el endecasílabo a la métrica española. Yo me limitaba a explicárselo cuando Sarajov, disfrazado de lanzadora de peso olímpico, huyó de Rusia aprovechando que el Papa de Roma era secuestrado por un comando de narcotraficantes de Zaragoza; y la flota japonesa, disfrazada de pesqueros atuneros, ponía cerco a Canarias, según había escuchado contar a Vázquez-Montalbán. Pero a don Gumersindo Pitarque Bonafonte tal asunto no le interesaba nada. Tampoco le seducía la idea de adonde iban las nubes, si los caballitos eran de cartón-piedra, o si el Calisay era auténtico, que ya no es ni parecido, desde que lo adquiriese Gozález-Byas le cambiasen su lugar de fabricación. El Calisay, como el vino peleón de Cariñena, siempre se da la vuelta cuando cruza Despeñaperros. Me lo recordaba siempre Del Forno, receptor de lujo, en el sevillano Bar Pinto, en La Campana. El Calisay, digo, sabe ahora de otra manera, es más claro y ni siquiera consigue disipar el espectro de la impotencia, como sucedía con el ojén de Rute, según Cela. Nostalgia del tiempo de las cartillas de racionamiento, que suprimió el ministro Arburúa en 1953, creyendo que nos hacía un favor. Aquellos ministros de pacotilla siempre creyeron hambrientos a quiénes no comprendían. Eran como el eco de nuestras quejas

sábado, 14 de febrero de 2009

Cacicadas

Dice el alcalde Belloch que "a un hombre no se le pone por consenso una calle, sino por méritos, y un santo tiene méritos, nada menos que por eso, por ser santo". A Belloch le encanta la tautología, o sea, que luna es la luna. No es que el general Sueiro fuese precisamente un santo en vida, aunque siendo gobernador militar de la IV Región, se sublevara junto a Franco y ayudase a fraguar una nueva España "por el Imperio hacia Dios", con aquello de prietas las filas, recias, marciales, que tampoco se percibe como moco de pavo. A Belloch le ha debido entrar una especie de ataque místico y, créanme, el día menos pensado empezará, como Teresa de Cepeda, a recitar lo de "vivo sin vivir en mí/ y tan alta vida espero,/ que muero porque no muero" y lindezas parecidas, asomando la cabeza por el rosetón del Seminario. Se me hace raro que Luis García-Nieto todavía no le haya dedicado un "hagiograma" al ceremonioso alcalde desde la pantalla de Aragón Digital.¡Pero si sólo faltan por aparecer Emilio Lacambra, Antonio Piazuelo y él!

Belloch ha adquirido un compromiso con el C.M. Miraflores y es su deber cumplirlo. No importa que media Zaragoza esté en contra. De nada sirve la opinión de la Oposición. No tiene importancia que los comerciantes de esa calle, hoy de General Sueiro, deban modificar todos los impresos. El nuevo nombre deberá ser largo, como extensos son los apellidos ilustres. Nada menos que san Josemaría Escrivá de Balaguer y de los Grandes Expresos Europeos. Tampoco deberá olvidar el alcalde el título de marqués de Peralta, aunque sea entre paréntesis, que siempre añade rimbombancia. Y si me apuran, hasta se puede indicar que "No legisló", como tampoco legislaron el beato Valentín de Berrio-Ochoa ni la Madre Genoveva Torres. O sea, como reza el epitafio de Joaquín Costa. ¿Qué menos? Aquí, mientras se discute si se debe o no cambiar el nombre a una calle, los ciudadanos se van olvidando del tema de las sillas, la mesa, las cursis adquisiciones para Casa Solans, el fiasco de los barquitos sobre el Ebro, la inutilidad del costoso azud, las cuentas finales de la Expo..., no vale la pena seguir. ¿Para qué?

miércoles, 4 de febrero de 2009

Entre el fasto y la ineficacia

Desde que tengo internet y he aprendido a manejarlo de forma rudimentaria, me paso el día leyendo artículos de prensa. Si les digo la verdad, tengo la cabeza hecha un lío. Sin embargo, a veces es conveniente echar "la moviola" marcha atrás y repasar cuestiones que, en su día, pasé por alto. Así, en su artículo "La banca tiembla" (La Razón, 4.9.08), César Lumbreras señalaba que "algunos bancos, que habían prejubilado durante los últimos años a los empleados directivos más antiguos, han pedido socorro a alguno de ellos". Son quienes conocen el truco del almendruco.

Se han disparado los índices de impagados y morosos. El Gobierno se ha reunido con los banqueros. Botín, Ron y compañía tienen anginas y está claro que no tragan. El ministro Sebastián informa de que "al Gobierno se le está terminando la paciencia". Pepiño Blanco, que no pertenece al Gobierno, le desmiente. El ministro Solbes hace mutis por el foro. Algunos ciudadanos tenemos la mosca detrás de la oreja y nos hacemos eco de rumores de la caleta, que no es precisamente la de Albéniz, si hombre, la del tío abuelo de Gallardón. ¿Será cierto que los empresarios del ladrillo han dejado en la Banca un agujero negro de 300 mil millones de euros? El presidente del Gobierno habla, habla, habla, como si le hubiesen dado cuerda. Como si hubiera bebido pacharán de garrafa para celebrar la comunión de un sobrino. Pero, ¿qué dice? No hay quien le entienda. Lo vemos apretando la mano del segundo de a bordo del Vaticano, que, más que un Estado, es un territorio de opereta inventado por Mussolini hace casi noventa años. También vemos al Rey por televisión, haciendo una inclinación de cabeza ante el advenedizo. Y a la vicepresidenta De la Vega, que deslumbra con su trapío. ¿Quieres un collar? De brillantes. Pero, ¿no había venido a España este purpurado a título privado, para dar unas conferencias no sé dónde? ¿Entonces, ¿a qué viene tanta parafernalia? ¿Es acaso por puentear a Rouco? Eso, que rabie. Me parece que alguien con autoridad bastante debería explicar a la ciudadanía lo que se esconde dentro de este cajón de relojero. ¿Va a haber prórroga del Concordato de 1979? Pero si casi es preconstitucional. Vamos, que con el espejito del despiste donde se refleja el sol de invierno nos están haciendo "la rata". ¿Merecemos los españoles tamaño mareo? No lo sé. Se me antoja que el Gobierno de España anda más ocupado con el fasto que con la eficacia. Así mal, pero que muy mal.