jueves, 21 de enero de 2010

El bueno, el feo y el malo

Se lo contaba yo a un amigo hace unos días tomando unas cañas: “Aquí la solución es que vengan los Reyes Católicos y el cardenal Cisneros para que pongan orden en este muladar”. Estaba indignado. Acababa de leer una noticia relacionada con el obispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián. Los obispos, cuando se jubilan, sueltan la lengua y no se contienen. Acaba de decir ese obispo emérito que “dentro de muy pocos años, Alemania ya no tendrá alemanes, ni Francia tendrá franceses, ni España tendrá españoles. Los musulmanes están esperando que llegue el momento oportuno para hacerse dueños de nuestros países respectivos. No son alarmismos, basta hacer unos pocos números”.
Si a ello añadimos que Karmele ya no puede ir a Eurovisión, se me acaban de caer los palos del sombrajo. Por un lado, acabaré luchando en la Alpujarra, o en la batalla de Guadalete; por otro, veo representando a España en Oslo a Ramoncín, que es el artista que más defiende con ahínco las tesis de la ministra González Sinde. Entre la Iglesia Católica y la SGAE, los ciudadanos de aquí ya no saben si tienen que luchar contra el moro o contra el reparto correcto de los derechos de autor. Dios te libre de entrar a una iglesia sin hacer la correspondiente genuflexión, o de ser barbero y poner un transistor junto al espejo para escuchar a Perlita de Huelva. Los xenófobos de la Iglesia, los fagocitos del trinque y los musulmanes al acecho pueden hacer añicos España en un plis plás, o sea, mientras unos te aspergean a traición, otros te quitan la cartera y los de más allá rezan mirando hacia La Meca con el culo en pompa.

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