viernes, 22 de enero de 2010

El milagro está al caer

Cospedal y Pedro Sánchez. Dos maneras disparejas de entender el modo de hacer política. Cospedal aprueba, porque así consta en el programa de su partido, que se instalen más centrales nucleares en España. Pedro Sánchez, según parece, en nada hace ascos a la instalación del ATC, entendiendo que con su buena disposición se beneficiarán las arcas municipales del ayuntamiento que él gobierna. Cospedal es consciente de que hay que defecar y más tarde tirar de la cadena, pero considera conveniente que el colector encargado de trajinar las heces desagüe a ser posible en la parte de Los Ancares, o de Cerro Muriano, que tanto da con tal de que sea remoto de Castilla-La Mancha, infiriendo que esa Comunidad ya “sufre” dos centrales nucleares, la de Trillo y la de Zorita, en Guadalajara. En Zorita no sé, pero en Trillo, además de la central nuclear, contaban hasta hace pocos años con un lazareto de leprosos en la carretera de Azañón, cuyo nombre no quitó Franco de la lista porque no se debió de dar cuenta de su existencia. Peor suerte llevó otro pueblo, Azaña, en Toledo, al que le cambió el nombre de siempre por el de Numancia de la Sagra, en un intento huero de tachar del mapa toda huella de don Manuel. En fin, a lo que iba, moreno, ¿en qué quedamos? Centrales nucleares sí, o centrales nucleares no. Una cosa conlleva la otra. A Pedro Sánchez, al parecer, no le importa en absoluto contar en su territorio con residuos soterrados, siempre que con ello salga beneficiado Yebra. Si más tarde retoñan hierbas azules en los plantíos y los melones germinan de tonalidad fucsia, pues nada, se corre la voz de que se ha aparecido la Virgen, como en Garabandal, se levantan cinco hoteles para los devotos, se venden escapularios en plan industrial y aquí paz y luego gloria. De cualquier manera, pronto escucharemos la voz de Cospedal en la radio de Jiménez Losantos en plan atormentado. Igualito que acaba de hacer Pizarro: “que mire usted, que estoy amarrado al duro banco del escaño en la quinta fila..., que sólo he hablado dos veces en dos años..., que yo no merecía lo que me están haciendo en el partido..., que habría que levantar de la poltrona a Gerardo Díaz Ferrán para ponerme yo..., que esperaba un guiño para presidir Caja Madrid cuando apareció en escena Rato..., etcétera”. Al final, lo previsible es que Cospedal y Pizarro se verán obligados a hacer una excursión a Garabandal, acompañados de Miguel Bernard, el de Manos Limpias, para comprobar in situ cómo funciona el negocio de las apariciones marianas, para más tarde aconsejarle a Pedro Sánchez que hable con el Pocero y que ambos muevan el negocio del ladrillo. El milagro español, el de “¡viva las cadenas!”, vendrá por añadidura.

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