miércoles, 27 de enero de 2010

Oro parece

Pues nada, que me entero ahora de que el Toisón de Oro, ese collar que concede el Rey como máxima distinción hacia la persona que lo acepta, no es de oro, sino de plata dorada. Día llegará en el que algún receptor desconfiado le pase una lima a los ejes de la cadena y descubra, como en su día le pasó a un señor de la Renfe al que le concedieron una medalla de oro, que el oro es el que cagó el toro. Pero no hay problema. A su muerte, los herederos del toisón deben devolverlo a Palacio. Se da el caso, según contaba Ussía, que la familia, a veces, manda hacer otro de aspecto semejante a un joyero de postín para devolver el falso y quedarse con el auténtico. Naturalmente, el falso a devolver es el que resulta ser de oro. La jarretera inglesa, que se lleva en la pierna, es otra cosa. A nadie con dos dedos de frente, salvo que pierda aceite, se le ocurre mirar las piernas de un tipo vestido de escocés. Ya no se puede uno fiar de nadie.

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