jueves, 30 de diciembre de 2010

Pesadilla economicista

En un excelente trabajo periodístico publicado hoy en El Plural.com bajo el título “Marginalidad, un camino sin retorno”, Carlos Carnicero, en un alarde de sensibilidad que comparto y que debería hacernos reflexionar a todos los españoles, pone de manifiesto lo que se esconde detrás de un “homeless”, de un vagabundo. Todo comienza, y así lo expresa, “cuando un padre de familia se queda en el paro, su compañera también, comienzan a beber, se produce el divorcio y el final es dormir debajo de unos cartones de por vida. (…) La frontera de los cincuenta años –excepto en profesiones muy especializadas- es una barrera sin retorno para quien se introduce en el desempleo”. Un poco más adelante, Carnicero analiza de forma descarnada lo que está aconteciendo en estos momentos: “La reforma del mercado laboral ha significado más precariedad, abaratamiento del despido, sin modificar los sistemas de formación profesional y sin garantizar para nada un crecimiento del empleo: en síntesis, pérdida de derechos del trabajador sin ningún compromiso de los empresarios. Las subidas de las tarifas eléctricas, del gas y del ferrocarril, incluso de cercanías, revela una falta de sensibilidad de un gobierno que ha sustituido el concepto de redistribución de la riqueza por la aplicación del precio al valor de las cosas según los parámetros puramente economicistas. La anunciada reforma de las pensiones coincide en el tiempo con ERES de decenas de miles de personas que se van a jubilar anticipadamente con un cargo importante a los fondos del Estado, para facilitar la viabilidad de grandes empresas, incluidas las cajas de ahorro privatizadas”(…) “Porque además, son estos personajes que ganan estas cantidades de dinero (refiriéndose a Francisco González, al presidente de Iberdrola, a Botín, etcétera) los que encabezan la manifestación para la reducción de los sueldos, el abaratamiento del despido y la prolongación de la vida laboral. En su osadía está su impunidad, porque una sociedad anestesiada ha aceptado como inevitable lo que es impresentable”. (…) “La respuesta tradicional es que las empresas privadas pueden hacer con su dinero lo que quieran. No es cierto. No se trata de un valor contable sino de un principio ético”. (…) “En su osadía está su impunidad, porque una sociedad anestesiada ha aceptado como inevitable lo que es impresentable”. La exposición de Carnicero es mucho más larga. Pero dejémoslo ahí. No la toquemos más, que así es la rosa.

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