sábado, 22 de enero de 2011

Chatarreros


España no se modernizará ni aunque Aznar nos hable en español de Texas. En Leganés, Madrid, existe una chatarrería donde, para evitar robos, los responsables del negocio habían colocado una escopeta de caza mirando hacia la puerta de entrada y que se accionaba mediante unos hilos sujetos al gatillo. La idea, como escarmiento para los amigos de lo ajeno, no era mala del todo. Pero, a mi entender, exagerada. Una cosa es cazar ánades en la laguna de Gallocanta, en el supuesto de que se puedan cazar, que no lo sé, y otra muy distinta dejar tieso al primer raquero que intenta asomar la cabeza en el garito por ver si puede llevarse el cobre. Las medidas exageradas, además de contraproducentes, producen efectos distintos a los deseados. Por ejemplo, es fácil encontrar fumadores a la puerta de los bares soportando diez grados bajo cero. La medida de la ministra Pajín no ha calibrado sus consecuencias. Primero, ahora en la barra del bar de barrio obrero no huele a tabaco pero huele a tigre. Segundo, lo que el Estado se ahorra en medicinas para bronquíticos, se lo gasta en fármacos contra la pulmonía, conque de ninguna de las maneras se evita el absentismo. Y, tercero, la exagerada medida de la ministra Pajín ha conseguido que se aumente el consumo de unos falsos cigarrillos por los que no sale humo, sino vapor de agua, que es como meneársela a la sombra de una higuera con goma higiénica. Pero a lo que iba, moreno. Los chatarreros de Leganés olvidaron quitar una mañana el mecanismo de disparo antes de dar comienzo al tajo y, como no podía ser de otra manera, uno de ellos recibió una descarga en el muslo. El chatarrero tuvo más suerte que Rosita Alvirez en un barrio de Saltillo, como se canta en el corrido mexicano. La policía detuvo a todos los trabajadores, excepto a uno de ellos que pudo escapar en bicicleta. Cuando pudieron trincar a I.A.P.C., que tales son las iniciales del fulano evadido a golpe de pedal, descubrieron en uno de sus bolsillos la carcasa del cartucho. Ahora falta que cuente dónde dejó el arma.

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