martes, 8 de marzo de 2011

Dinero celestial


El pasado lunes, 28 de febrero, las monjas de clausura del monasterio de Santa Lucía, que habitan desde hace casi 50 años en el barrio zaragozano de Casablanca, echaron en falta unas bolsas de basura que contenía 1’5 millones de euros en billetes de 500. Pusieron la correspondiente denuncia y la policía abrió dos líneas de investigación: una, para intentar echarle mano al presunto ladrón y, otra, para conocer el origen de esa fortuna. El Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede sobre Asunto Económicos, firmado por Marcelino Oreja y el cardenal Giovanni Villot el 3 de enero de 1979, que sustituía al Concordato de 1953, contemplaba, y continúa en vigor, determinadas exenciones fiscales a la Iglesia Católica en España. Sin embargo, en el Artículo 4.5 apartado B, se señala expresamente en el primer párrafo lo siguiente: “exención total y permanente de los impuestos reales o de producto, sobre la renta y sobre el patrimonio”. Pero en su párrafo segundo, se deja claro que “esta exención no alcanzará a los rendimientos que pudieran obtener por el ejercicio de explotaciones económicas ni a los derivados de su patrimonio, cuando su uso se halle cedido, ni a las ganancias de capital, ni tampoco a los rendimientos sometidos a retención en la fuente por impuestos sobre la renta”. Un periódico de tirada regional, al informar sobre el caso, se hace las siguientes preguntas: “¿Quién decidiría asaltar, con intención de robar, un edificio de gruesas paredes y plano desconocido habitado por una comunidad que, al menos en teoría, pasa con lo justo para sobrevivir? Poca gente, parece. ¿Y quién podría poseer fuera de los muros del convento una información tan preciosa y precisa como el lugar en el que unas pías monjas custodian una fortuna en billetes de 500 euros? Tampoco parece que pueda haber muchos candidatos”. Cierto. Se sabe que esas religiosas se dedican, entre otras cosas, a trabajos modestos de encuadernación, restauración de libros y recuperación de pergaminos. Pero, entre las religiosas de esa comunidad zaragozana, y ese dato sí parece importante, se encuentra Isabel Guerra, una monja pintora de cotización al alza. Según se describe en el aludido diario, “cualquiera de sus dibujos puede costar entre 2.500 y 12.000 euros y sus cuadros llegan a alcanzar los 48.000 euros. Suele exponer cada tres o cuatro años y vende todo lo que expone. De hecho, suele haber lista de espera de compradores en la galería Sokoa, de Madrid, que lleva su representación”. ¿Podría estar ahí el origen de ese presunto dinero negro desaparecido? Habría que echar un vistazo a los libros de cuentas de Sokoa, como primera medida indagatoria. ¿El responsable es el jardinero? ¿Acaso el capellán? Seguro que no. Eso sólo sucede en las novelas de Agatha Christie.

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