viernes, 18 de marzo de 2011

Dos reflexiones


Los sucesos de Japón, de consecuencias imprevisibles, la próxima privatización de AENA y la salida a concurso antes de fin de año de los aeropuertos de Barajas y El Prat anunciados por José Blanco me han dado pie para la reflexión. Hoy me topo con dos artículos de opinión en la misma página y en el mismo periódico. Me refiero a Público, donde tanto su director, Jesús Maraña, como el economista y miembro del Consejo Editorial José Manuel Naredo, dan en el centro de la diana. Maraña, refiriéndose sin decirlo expresamente a presidentes y consejeros de las grandes compañías eléctricas españolas, a los que se refiere como “ellos”, es decir, a “los que lo saben todo y no se cansan nunca de acertar ni necesitan hacerse preguntas. Les basta una reflexión sencilla: yo soy pronuclear porque soy moderno, conozco los avances científicos y las necesidades económicas”. Para “ellos”, que se embolsan prebendas millonarias por su sola presencia física en los consejos de administración y, cómo no, saltan de gozo ante las espectaculares cuentas de resultados de cada ejercicio económico; para “ellos”, sigue diciendo Maraña, “quienes desconfían de la energía nuclear son unos progres trasnochados y, por supuesto, ignorantes”. Maraña, después de aclarar que la demanda eléctrica en España está cubierta y que el excedente se exporta, pone el dedo en la llaga: “insisten en que la nuclear es la energía más barata, eso sí, siempre que el Estado subvencione los costes de construcción y desmantelamiento y se haga cargo de los seguros. Los que lo saben todo no consideran trascendente que los residuos mantengan su radiactividad durante miles de años, siempre que se guarden lejos, muy lejos, de sus pedestales. Afirman que no constan muertes en Fukushima, aunque la empresa de la central reclute a técnicos jubilados porque el cáncer avanzará más lentamente”.

En el otro artículo, “El falso remedio de las privatizaciones”, Naredo señala que “el afán de hacer caja vendiendo patrimonio no augura un futuro muy prometedor para quienes lo practican”. Se refiere al mercadeo practicado tanto por el PP como por el PSOE en los últimos tiempos con respecto a las “joyas de la corona”, es decir, Argentaria, Telefónica, Endesa, Tabacalera y Repsol. El Estado se está pareciendo a ese rico hacendado venido a menos que, después de haberse desprendido de su hermosa mansión y de sus fértiles tierras de labor, intenta a la desesperada vender al mejor postor las obsoletas escopetas de caza, el viejo “land-rover” y los muebles del comedor. En ese sentido, José Manuel Naredo dice que “ahora se justifican engañosamente las privatizaciones como medidas de emergencia para tranquilizar a los mercados y facilitar la salida de la crisis. (…) Y que esas privatizaciones de emergencia, realizadas generalmente a precio de saldo, suponen pan para hoy y hambre para mañana”. Pero lo más insensato de todo, si cabe, es lo que sucede con ese “saqueo” del patrimonio de todos. “Tras sanear el pastel con dinero público, se trocea para vender sus partes más suculentas, quedándose el Estado con los descartes que los compradores privados no quieren. Así, mientras los aeropuertos y las cajas con más margen de negocio se privatizarán, la existencia del resto quedará a expensas de los contribuyentes de un Estado cada vez más escuálido, al que sólo le queda por privatizar poco más que las loterías”. Vamos, para echarse a llorar.

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