jueves, 26 de mayo de 2011

Ferraz, o la Sala de Cabildos del Zócalo


Los militantes de base desean un congreso extraordinario y el presidente Rodríguez Zapatero y la mayoría de los barones del partido prefieren unas primarias. Pero eso de las primarias a los militantes de a pie, a los del “tú pega carteles, paga la cuota y sé bueno”, se les antoja que es cosa de los americanos y que en España lo que se estila es la reunión de pastores frente a la oveja muerta. Los barones del partido suelen ser esos reyezuelos autonómicos con poder bastante para derrochar hasta límites insospechados en el ámbito de sus territorios; que se enrocan para seguir presentes en sus respectivos cortijos, donde crean y suprimen empresas públicas de escaso rendimiento; que intervienen en las cajas de ahorro; y que ofrecen puentes donde no existe río. Pero las bases, que hasta ahora fueron sus necesarios corifeos, se han dado cuenta del tremendo batacazo en las municipales y autonómicas del pasado domingo, e intuyen que tal derrota sólo es el preámbulo de lo que está por llegar dentro de unos meses, o sea con las generales. El PSOE está descompuesto y no existe fórmula magistral que alivie sus males. Chacón anunciaba esta mañana que no irá a las primarias. Y su aparente abatimiento era como si estuviese anunciando a los televidentes: “Españoles, el PSOE ha muerto”. Algo similar a lo que hizo Arias en la madrugada del 20 de noviembre de 1975 cuando anunció a los insomnes españoles la muerte de Franco. Los pucheritos de Chacón y los pucheritos de Arias eran de alguna manera como los pucheritos del niño travieso que espera un severo castigo por sus malas notas de clase. Pero no se preocupen, que el PSOE no ha muerto. Ha quedado exánime y se repucha en tablas como los toros muy heridos que aún lanzan tremendos gañafones. Los que acaban de morir por mor de la afición son los componentes de la ejecutiva de ese partido, quienes desde el pasado domingo se reúnen en Ferraz para arropar a Zapatero. Ferraz ahora, a mi entender, es lo más parecido a la Sala de Cabildos del Zócalo, en Ciudad de México, donde en 1945 se arropaba a Diego Martínez Barrio o a José Giral desde un Gobierno en el Exilio. Los socialistas necesitarán hacer la larga travesía del desierto pero con nuevas caras al frente. Los ciudadanos no les han dado la espalda el pasado domingo. Simplemente no les han votado. No existen votantes de izquierdas y votantes de derechas. El voto es del ciudadano, personal e intransferible, y cada cuatro años se lo presta al partido que entiende resolverá mejor sus problemas. Ahora es el partido socialista y aquellos que conforman su ejecutiva los que tienen un tremendo problema. Pero, curiosamente, aquí nadie dimite. Ni Rubalcaba ni Chacón están habilitados para ocupar la plaza de secretario general ni tampoco para ser aspirantes a la presidencia del Gobierno. Ambos, tanto el jefe de los guardias como la jefa de los soldados, han sido parte del problema y están obligados a acompañar a Rodríguez Zapatero en su destierro político. Comprendo que la travesía del desierto es dura. No les neguemos el agua.

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