martes, 12 de julio de 2011

Una mujer de Palencia


Ya sabemos que con el verano las noticias escasean. La prensa adelgaza en su número de páginas y hasta los columnistas diarios nos invitan a leer historias de butacón, esas historias que nunca comprometen a aquel que las redacta ni indigna a aquel que las lee en horas de modorra. Francisco Robles, por ejemplo, en el ABC de Sevilla nos cuenta que la Ciudad del NO-Do con el verano cambia aunque no cambia: “«Los fines de semana de julio y agosto –señala- Sevilla no se queda vacía: se queda sola, que es distinto». Después de leer su artículo con detenimiento en un velador de los chinos, saboreando una caña de cerveza y frente a un platillo de pipas de girasol, que es el regalo que dan los chinos al cliente para que le aumente la sed, he llegado a la conclusión de que no es lo mismo que una ciudad se quede sola a que se quede vacía, aunque siga dándole vueltas a la cabeza. Sevilla –continúa diciendo Robles- “nos deja encerrados en el exilio interior de la casa donde encontramos el frescor que no existe en las calles tomadas por la llamarada inmisericorde del calor”. Sin embargo, en España siguen sucediendo cosas. Se ha resuelto la crisis de Gobierno tras la marcha de Pérez Rubalcaba, se ha disparado la prima de riesgo hasta los 370 puntos, acaba de llegar a Madrid el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy y en El Norte de Castilla, el jefe de la sección de Cultura ha tenido que salir al paso ante una noticia aparecida en ese diario y redactada por una becaria, donde daba la noticia de que una mujer de Palencia había sufrido un leve mareo en su casa. Reconozco que la noticia sobre la indisposición transitoria de esa señora es a todas luces banal e insignificante, pero se agradece por parte del lector, harto de politiqueo, trapicheo de la SGAE y colapso del Estado. Si les digo la verdad, personalmente estoy muy interesado en saber si ese mareo de la señora de Palencia fue debido a encontrarse en estado de gestación, si le dio un golpe de calor, o si le había sentado mal al cuerpo el cruasán del desayuno. Las calores no son buenas ni en la tierra de las mantas.

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