jueves, 25 de agosto de 2011

El negocio es el negocio


Personalmente he dejado de entrar en determinados establecimientos hosteleros por la sencilla razón de no encontrarme a gusto entre niños corriendo entre las mesas, padres elevando el tono de voz al hablar con sus amigos, etcétera. Una cafetería del centro de la ciudad en modo alguno puede ser comparable a un chiringuito playero, donde todo vale. En ese sentido, comprendo a la bilbaína cafetería “Style” (Colón de Larreátegui, 13) y a que sus responsables en el negocio hayan optado por “filtrar” la entrada a sus clientes, ampliando la conocida muletilla en la entrada que avisa: “reservado el derecho de admisión a los menores, solos o acompañados”. Se supone que tal aviso está a la vista de los clientes y, a mi entender, es una manera de controlar el negocio. La pela es la pela. Con tal reserva, los hosteleros están en su derecho de obligar a marcharse a aquellos “clientes” que molestan al resto una vez ya dentro, por su notorio estado de embriaguez, porque acostumbran a marcharse sin pagar la consumición, por su insufrible falta de aseo, por molestar con frases groseras, etcétera. Con tales medidas, de ninguna manera se discrimina por razón de raza, sexo o religión, que sería inconstitucional y objeto de inmediata denuncia. Aunque bien mirado, el cartel de “reservado el derecho de admisión”, debería ser sustituido por otro que dijera “reservado el derecho de expulsión”. La razón es que, una vez que el “cliente” no deseado ya está a pie de barra o sentado en una mesa, no sirve que sea admitido, por estar dentro, sino que lo que se impone es ser invitado a abandonar el establecimiento de inmediato. Como señalaba en una entrevista Ángel Gago (Secretario General Ejecutivo de la Federación de Hostelería del País Vasco) ante las críticas de Hirukide (Federación de Asociaciones de Familias Numerosas de Euzkadi), “también me puedo sentir ofendido con padres que tienen a los hijos en situación semisalvaje, corriendo por las mesas, pegando gritos y tirando vasos, y que piensan que un establecimiento hostelero es un parque infantil de juegos”. A mi entender, las cafeterías de Bilbao y las cafeterías del resto de España deberían copiar el cartel de “Style” en sus respectivos negocios, aunque corregido y aumentado, en los que más o menos pudiera leerse: “Reservado el derecho de admisión a los menores, solos o acompañados. A los padres, si dicen ser de profesión, sin que nadie se lo pregunte, técnicos culturales, (que marean a la gente, ejerciendo el mismo efecto que el anís); si pretenden entrar a tomarse en la barra, o en mesa de interior, un ‘corto de café con una nube de leche’, o una ‘clara’, que sólo conocen de qué se trata aquellos que viven en Madrid y las ciudades dormitorio de su entorno, si osan entrar en el establecimiento vestidos con pantalón pirata, chancletas, gorra de visera con el anuncio de ‘John Deere’, ‘mariconera’ en el cinto, camiseta en la que esté plasmado el eslogan ‘I love N.Y.’ y lleven el palillo en la boca. A las madres, si sufren de verborragia contando las tragedias de la tele, o si piden en barra unos tenedores y unos platos para comerse el brazo gitano de la madre Rafols que compraron en una gasolinera; o si levantan la voz llamando a sus hijos a voces sin que éstos le hagan caso, o si beben a morro agua mineral y comen pipas de girasol de forma compulsiva”. Son pautas necesarias para que el negocio funcione y para que los clientes de ley se encuentren cómodos y sigan creyendo que, como el güisqui se bebe en vaso, por esa razón es vasodilatador.




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