miércoles, 10 de agosto de 2011

Osos pardos


Yo no sabía que los osos pardos paseaban por los senderos con el diario “La Razón” debajo de la garra ni que se comían a los turistas. También desconocía que, el pasado verano, los osos cántabros se habían tragado a más de 459 incautos senderistas con olor a sudor mientras admiraban un paisaje pintoresco. ¡Qué barbaridad! Estoy consternado. Esos datos estadísticos, para mí hasta ahora desconocidos, me han llegado de la mano de Alfonso Ussía. De cualquier manera, a mí el tema de los osos pardos me produce un miedo insuperable desde que de niño iba a la escuela y el maestro de entonces, don Rogelio Ramírez de la Piscina, se empeñó en cierta ocasión en contarnos lo que le ocurriese a don Favila, hijo predilecto de don Pelayo, en el año 737 d. C. Hay varias versiones. Unos historiadores precisan que a don Favila se lo zampó un oso con muy mala leche; otros, mantienen la teoría de que lo asesinó su cuñado Alfonso, dotado de muy malas intenciones, (los cuñados, ya se sabe) para hacerse con el Reino de Asturias tras casarse con Ermesinda, hija de don Pelayo y hermana del difunto Favila, al que otros en la corte llamaban Fafila en un alarde gratuito de dar por retambufa al malogrado Heredero. Pero Alfonso Ussía está convencido, y así lo expresa en su trabajo de hoy en la última página de “El Mundo”, que “comerse a un senderista sudado, con pantalón corto, chancletas, camiseta negra sobaquera con la imagen del ‘Ché Guevara’, mochila y el diario ‘El País’ enrollado en su interior, es mortal de necesidad para los osos más sensibles de la cordillera”. Puede ser. Yo, en cambio, utilizo “La Razón” para envolver bocadillos. No sé si un día me intoxicaré con la última página. Es lo que tienen las tintas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenísimo jaja