lunes, 5 de septiembre de 2011

Entre todas la mataron...


...y ella sola se murió. La hambruna se extiende en Somalia y en España ya tenemos la sombra de la recesión sobre nuestras cabezas. Esto no hay quien lo pare. Hay miedo a que Grecia no cumpla, el Ibex 35 se desploma, el oro sube a 1.900 dólares la onza, la prima de riesgo alcanza los 341 puntos y los parados españoles van a pasar del purgatorio de la desesperanza en el que en la actualidad se encuentran directamente al infierno de la marginalidad. Alguien debería explicar qué ocurre. Ya da igual Zapatero que Rajoy. El cinturón de los trabajadores con nómina ya no puede apretarse más. Aquí hay una cosa clara: se ha arruinado un pueblo a costa de un Estado, los dueños de las “sicavs” se esconden para reírse y nos hemos dado cuenta de que España limita al norte con un paraíso fiscal, llamado Andorra; y al sur con otro paraíso, llamado Gibraltar. Por estos pagos se han infravalorado las protestas del 15-M. El Gobierno acostumbra a mirar para otro lado cuando detenta problemas crecientes a los que no sabe dar solución y trata de poner parches “sor Virginia” al malestar generalizado en el ámbito de la población civil. El movimiento 15-M ha sido la personificación de un malestar endémico cuya metástasis ya tiene unas ramificaciones difíciles de cuantificar. Ya no sirve mirar para otro lado ni el quítate tú para ponerme yo. Al ciudadano, que ha visto cómo se le caen al suelo los palos del sombrajo, le importa una mierda quién ganará las elecciones el próximo 20 de noviembre. El ciudadano es consciente de que va a pasar del Guatemala de un Gobierno que no acierta en sus palos de ciego ni cuando rectifica, a una Guatepeor de neoliberales que se mira en el espejo que reflejan los últimos ensayos de De Cospedal y de Esperanza Aguirre. Vamos apañados si se empieza por recortar en Sanidad, señalando el camino de las clínicas privadas como remedio a nuestros males y a nuestras listas de espera; y en Educación, si se prima la enseñanza privada en Universidades y colegios concertados. Dice Juan Ramón Rallo, y dice bien, que “las cuentas de la vieja del keynesianismo fracasaron y ahora esos bancos -también los nuestros- se encuentran como con las subprime en 2008, sólo que en esta ocasión la deuda basura es la de nuestros gobiernos y, por tanto, si esta vez quiebran no habrá red que los rescate”. Esperar para ver.

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