miércoles, 16 de noviembre de 2011

Sirvientas diplomadas


Me entero de que una academia de Zaragoza imparte un curso de 310 horas para conseguir una diplomatura no oficial como “Empleada de Hogar”. Es decir, que aquella habanera de la Menegilda, de “La Gran Vía”, en la que se cantaba “¡Pobre chica, la que tiene que servir!” está ya lejos de la realidad. La zarzuela madrileña en un acto y cinco cuadros, con música de Federico Chueca y Joaquín Valverde y letra de Felipe Pérez González, nada tiene que ver con la actual obligación de la parte contratante de tener en nómica y con los seguros sociales actualizados a la parte contratada. Algo similar a lo que acontece en la película “Una noche en la ópera”, cuando Groucho Marx se dispone a fichar al tenor Ricardo Baroni (Zeppo) y se entrevista con su representante (Harpo), para discutir el contrato. De ahora en adelante, el amo de casa que requiera los servicios internos o mediopensionistas de una sirvienta rumana, ecuatoriana, o de la parte de Burriana, eso sí, diplomada, le hará pasar al salón con amabilidad y una sonrisa de oreja a oreja, le invitará a sentarse frente a la chimenea y, una vez acomodados, el amo de casa comenzará a dejar claros a la aspirante a sirvienta los puntos del contrato: “Haga el favor de poner atención en la primera cláusula, señora, porque es muy importante. Dice que… la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte… etcétera”. Y la sirvienta diplomada, aparentemente muy atenta a las indicaciones del amo de casa, estará pensando en otra cosa. Más o menos: “Cuando yo vine aquí, / lo primero que hacer o aprendí, / fue a fregar, a barrer, a guisar, / a planchar y a coser…/ pero que estas cosas, / no me hacían prosperar, / consulté con mi conciencia, / y al punto me dijo, / ¡aprende a sisar!...” Y el amo de casa, impertérrito, proseguirá leyendo: “Dice ahora… la parte contratante de la segunda parte será considerada como la parte contratante de la segunda parte”. Pero en ese punto del contrato, la diplomada aspirante al cargo de sirvienta contratada dará un respingo en el asiento y le señalará al amo de casa contratante: “Eso si que no me gusta nada. Nunca segundas partes fueron buenas. Escuche: ¿por qué no hacemos que la primera parte de la segunda parte contratante sea la segunda parte de la primera parte?”. Y, entonces, la parte contratante de la primera parte y de la segunda parte, sin saber qué responder a la sirvienta diplomada aspirante, se encogerá de hombros. Al final, la parte contratante terminará pagando a la parte contratada, diplomada o no, una cantidad exigua y con dinero negro. Hay crisis y eso son lentejas…

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