miércoles, 28 de diciembre de 2011

Trabajar para el inglés


Juan Carlos Escudier comenta en “Público” que “en vista de que muchos niños dudan entre pedir sus juguetes a los Reyes o a su yerno, que va sobrado, Zarzuela tiene previsto hoy dar cuenta de cómo se distribuye la asignación anual al jefe del Estado y a su familia que se incluye en los Presupuestos del Estado”. Bueno, ya no es hoy cuando La Zarzuela va a dar cuenta del desglose de esos 8’5 millones de euros. Ahora avisan que será mañana. Sin duda, la festividad de los Santos Inocentes ha podido influir en esa demora en la rendición de cuentas. Tal asignación, que no es moco de pavo, no incluye otras partidas –sigue contando Escudier- provenientes del Ministerio de la Presidencia, de Exteriores, “además de las contribuciones que Interior, Defensa y Hacienda realizan para el sostenimiento del Cuarto Militar del Rey, la Guardia Real y para cubrir los gastos de seguridad y coches oficiales, cuya cuantía se desconoce”. En suma, una pasta gansa a la que contribuimos todos los españoles. Aquí no vale decir: “yo no colaboro”. Se paga con los impuestos y punto pelota. Ese “trágala” me recuerda cuando, en la época más oscura de la posguerra, al nacional-catolicismo local, encarnado en el liliputiense arzobispo Doménech, en el falangista y gobernador civil Baeza, en el alcalde hortera Gómez Laguna y en un ramillete de meapilas de diverso pelaje, les dio por organizar por las calles de Zaragoza un Rosario de Cristal, que todavía perdura, a base de faroles barrocos y vitrinas multicolores con carabelas colombinas, columnas pilaristas y maquetas diversas de enorme fragilidad y construidas con muchísima paciencia. Pues bien, al Grupo Remolachero, al Sindicato Vertical del Azúcar, al presidente del Grupo Ebro, Mariano Lozano Colás, nacido en Daroca, o a todos ellos de forma mancomunada, se les ocurrió que debían colaborar a tan pía procesión con una maqueta acristalada propia representando no recuerdo qué. Y para costear la peana rodante, la maqueta y un rabo de cursiladas, a los trabajadores de todas las azucareras, sin haberles preguntado si querían o no colaborar, les detrajeron una cantidad de sus modestas nóminas. Es lo que yo doy en llamar “trabajar para el inglés”.

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