viernes, 27 de enero de 2012

Rendijas jurídicas


Luisa Fernanda Rudi, que es censor jurado de cuentas, conoce de sobras las martingalas necesarias para que un empresario pueda evadir impuestos amparándose en determinados resquicios legales. Tal es así que ya ha encargado a los servicios jurídicos del Gobierno de Aragón que busquen "rendijas jurídicas" a fin de poder recuperar los bienes religiosos de Sigena y, de ese modo, pretender recurrir lo irrecurrible, es decir, la sentencia inapelable del Tribunal Constitucional en lo que respecta a 96 piezas compradas y pagadas a unas monjas entre 1983 y 1992 por la Generalitat de Cataluña y depositadas en el Museo Diocesano de Lérida y en el Museo Nacional de Arte de Cataluña. El proceso arrancó en 1998, cuando la Generalitat interpuso ante el Constitucional un conflicto de competencias contra la orden de la Diputación General de Aragón que exigía poder ejercer el derecho de retracto sobre los bienes que las monjas de la orden de Jerusalén de Sigena vendieron en 1983 (44 piezas por 66 millones de pesetas) y 1992 (52 piezas por 39 millones), tras trasladarse la comunidad en 1970 a Valldoreix, en Barcelona. En su defensa las monjas alegaron que disponían de un permiso del Vaticano para enajenar los bienes, aunque sus opositores adujeron que, siendo una orden femenina, deberían haber tenido también el permiso del obispo de Barbastro-Monzón. Y así están las cosas, o sea, no hay nada que rascar. Espero que sirva de lección y, al menos, la DGA preserve su entorno, las 36 celdas de los cartujos y los frescos de Goya existentes en la capilla de la Cartuja de Aula Dei, fundada en 1563 por Hernando de Aragón, arzobispo de Zaragoza y nieto de los Reyes Católicos, una vez que se marchen definitivamente los monjes de la orden de san Bruno a Ezcabarte, como tienen planeado. Esa capilla acoge siete enormes escenas religiosas pintadas al óleo en sus paredes por Goya entre 1772 y 1774. La obra inicial incluía once, pero cuatro de ellas se perdieron durante los 66 años que el monasterio permaneció cerrado en el siglo XIX como consecuencia de la Desamortización. La Cartuja es monumento histórico nacional desde 1985. Sin embargo, deberíamos tocar madera para que no termine siendo fagocitada por la red de Paradores, que todo lo devora, como vergonzosamente se pretende hacer con el Monasterio de Veruela.

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