domingo, 19 de febrero de 2012

Domingo de Carnaval


Las calles de todas las grandes ciudades españolas están tomadas por las charangas carnavalescas y por la desesperación ante los recortes laborales. Este Domingo de Carnaval tiene las dos caras de una misma moneda: lo lúdico y lo patético. Arriamos las banderas de las protestas que hemos utilizado por la mañana contra la política de Rajoy y nos ponemos los ropajes pachangueros por la tarde para burlarnos de nosotros mismos. “El payaso que llevamos dentro –como escribía Gala- nos distrae con una inocencia disimulada que deja al descubierto los trucos de los demás artistas”. Mientras, Rajoy ha asegurado en el congreso del PP en Sevilla que “los ciudadanos saben que la reforma es buena y justa para España”. Pero las esperanzas de futuro para la clase trabajadora ya no alivian a casi nadie cuando salen de la boca de ciertos políticos que mienten por sistema desde el mismo día de su llegada al poder. Decía Benjamín Franklin que “el que vive de esperanzas, muere de sentimiento”. Este nuevo salvador patrio, votado mayoritariamente en las urnas el pasado 20 de noviembre, ya ha dejado claro que podrían venir nuevos sacrificios. Lo que ya no sabemos es dónde puede estar el listón cuando afirma rotundo: “haremos cuanto sea preciso para que España esté encarrilada”. También desconocemos hacia adónde conducen esas vías. De momento ya sabemos que la ciudadanía se ha echado a la calle para protestar contra las reformas laborales y que los sindicatos mayoritarios están utilizando el “muestreo” de esas protestas para calibrar “a pie de obra” si existe o no el caldo de cultivo suficiente para convocar una huelga general, considerando que ya ha habido media docena desde la Democracia y que la última resultó bastante chunga. El Gobierno de Rajoy se siente vigoroso y no está dispuesto a ceder ante unos sindicatos mayoritarios que pasan por su peor momento, porque está actuando al dictado de Merkel y de los mercados exteriores a los que debemos 1 billón de euros, o sea, el equivalente al 100% del PIB. Así de simple.

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