viernes, 9 de marzo de 2012

Dicterios


El diccionario de la RAE define como dicterio “dicho insultante y provocador, ofensa”. En alguna ocasión he visto latas de conservas navarras de espárragos “cojonudos”. No dudo de que, al principio de su comercialización, los espárragos serían de Tierra Estella o de La Ribera, principales zonas productoras. Pero la cosa ha cambiado. El espárrago navarro tuvo su mejor momento a finales de los 80. Desde entonces, la producción con “denominación de origen Navarra” ha caído bastante debido al enorme coste que representa llegar desde el campo hasta su comercialización en latas de conserva y a las importaciones de Perú y China. Tanto es así que hay que andarse con pies de plomo para que no te den “gato por liebre” en el etiquetado. Según leí hace unos meses en el diario “La Verdad”, de Murcia, “las latas importadas son deliberadamente ambiguas e incorporan vagas referencias a Navarra para atraer al consumidor. Los esfuerzos de los agricultores españoles para acabar con una práctica que consideran fraudulenta no han dado hasta ahora resultados. Hay que mirar con lupa en los envases para descubrir la leyenda ‘producto de Perú’ o ‘importado de China’. La paradoja, -contaba un agricultor navarro- es que la planta se expandió en el país andino como consecuencia de los planes internacionales de ayuda para erradicar los cultivos de cocaína. Establecieron unas cuotas de producción exentas de aranceles para propiciar plantaciones alternativas a la coca y fue entonces cuando empezó el 'boom' del espárrago. El colmo del sarcasmo es que hubo incluso especialistas navarros que se trasladaron hasta el país suramericano para asesorar a los productores peruanos”. Supongo que serían los tontos que asaron la manteca. Algo parecido sucede con los pimientos del piquillo. Pero no deseo ahora opinar sobre nuestra empobrecida agricultura. Eso se lo dejo a Arias Cañete, ministro del ramo. Simplemente deseo señalar que existen unos espárragos enlatados en Navarra por D. Marco, extra gruesos, que se denominan “Espárragos cojonudos el navarrico”, es decir, con un adjetivo malsonante que puede equipararse, siempre según la RAE, a estupendo, magnífico. Y dichas latas de espárragos salieron en su día al mercado sin ningún impedimento en el registro. Sin embargo, ese criterio no ha sido tenido en cuenta ahora en el Tribunal General de la UE, en Luxemburgo, que ha rechazado el rótulo de “Orujo hijoputa” para las botellas, al considerar el Tribunal que “es contrario a las buenas costumbres y puede resultar ofensivo para los consumidores hispanohablantes”. Para el titular de la marca “no se percibe como término peyorativo, sino como un término jocoso”. Sea como fuere, la empresa distribuidora, Federico Cortés del Valle, S.L, con sede en Camargo, deberá buscar otro nombre “menos agresivo” para su bebida estrella. Una cosa es el “bebercio”; otra, el comercio; y una muy distinta el dicterio, “cuya violencia (según se cuenta en “Enciclopedia del Erotismo”, Sedmay Ediciones, 1984, Camilo José Cela, tomo III, p. 716) ha dado lugar a infinidad de locuciones que funcionan como eufemismos sustitutorios por contigüidad semántica o fonética, su abundancia y su, en muchos casos, dudosa contaminación erótica inmediata”. Verbigracia: “bastardo, hi o hijo de aforros, hijo adulterino, hijo de…, chuta o de la chuta, de condón pinchado, de cual, de cualquiera, de cura, de ganancia, del arpa, de la cagada, de la china Hilaria, de la chingada, de la chucuta, de la grampa, de la Gran Bretaña, de la grandísima, de la granja, de la gran o de la grandísima perra, de la gran o de la grandísima Petra, de la gran o de la grandísima pucha, de la gran o de la grandísima puerca, de la gran o de la grandísima puta, de la guayaba, de la lapa, de la piedra, de la real y medio, de la tierra, de la yuca, de la madre o de su madre, de la mala madre, de mil leches, de padre o de su padre, de perra, de Petra, de porra, de pucha, de puya, de siete machos, de tal, de una, de zorra, híjole, espurio, natural, sacrílego, hijuna”. En fín, que los herederos de don José Antonio Cortés del Valle Fernández deberían fijarse, por ejemplo, en la etiqueta del “Anís del Mono”, hecha por Ramón Casas, cuyo producto, que no es manco, contiene en su composición únicamente matalahúva, que tampoco es un dicterio. Pese a que en la película “El Padrino” hay una escena en la que, tras una comida, se bebe café y “Anís del Mono”, lo cierto es que su marca no ha dado nunca que hablar ni aquí ni en la corte de Luxemburgo, o sea.

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