lunes, 5 de marzo de 2012

Elogio de la fiambrera


En mi casa se utilizaba poco la fiambrera. Éramos más de termo. El termo lo utilizábamos en aquellos viajes largos del “Shangai”, un “rápido” que hacía el viaje Barcelona-Vigo y viceversa los martes, jueves y sábados. Era un tren en el que había que pagar “exceso de velocidad” y donde siempre nos tocaba discutir con algún catalán que se había apoltronado en nuestros asientos con reserva. Al final, teníamos que llamar al revisor para que lo desalojara sin más contemplaciones. El catalán en cuestión le explicaba con muy malos modos al empleado de la Renfe que él también disponía de reserva. Y era cierto, solo que aquella reserva se le había terminado en Zaragoza. Y en Calatayud, la estación donde abordábamos el convoy, era cuando nos enfrascábamos en la lucha por el asiento. Pues bien, en aquellas estaciones en las que el tren paraba diez minutos para cambiar de locomotora, pongamos por caso Venta de Baños, mi padre se acercaba hasta la cantina y llenaba el termo con café con leche. El uso de la fiambrera de aluminio era más habitual en los ferroviarios desplazados, que iban abrigados con pellizas de un cuero muy duro y siempre portaban una cesta de mimbre con avituallamiento para varios días. Los maquinistas y fogoneros aprovechaban el calor de las tuberías de la máquina para calentar la comida, que iba dentro de aquellas fiambreras llenas de abolladuras y que siempre se heredaban de padres a hijos, como los títulos nobiliarios. Ahora la cosa ha cambiado. Las sufridas fiambreras han sido sustituidas por los asépticos “tupper” de cierre hermético; los fogoneros han dejado de existir: y los ferroviarios, que conducen las locomotoras con corbata, han dejado de utilizar las pellizas de cuero, las cestas de mimbre y las fiambreras. Los modernos trenes ya ni tocan el silbato cuando el jefe de estación levanta el banderín plegado. Además, los ferroviarios de toda la vida han quedado divididos en dos bandos: o son de Adif, o son de Renfe Operadora. La cosa es volver a las dos Españas y pagar doble el precio de una entrada cuando asistimos a un “derby” en el campo de fútbol. Esas cosas los sevillanos las entienden bien: o eres partidario del Betis o del Sevilla; de la Virgen de la Esperanza o de la Macarena; trianero de nación o pijillo de Los Remedios. Como decía, ahora se está poniendo de moda el uso del 'tupperware', que ciertos hosteleros ofrecen al comensal para que puedan llevarse las sobras de la comida a casa. En Zaragoza, el restaurante “La Republicana” (Casto Méndez Núñez, 38) es buen ejemplo de ello. Lo mismo sucede con las fundas para el transporte de la botella de buen vino a medio consumir, o el hecho de disponer de un menú para llevar con la aplicación de un descuento del 20% sobre la tarifa en mesa. No es mala idea en tiempos de crisis.

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