jueves, 8 de marzo de 2012

En el Día Internacional de la Mujer


Pilar Gasset, en “República.com” nos retrotrae al recuerdo de la Sección Femenina, al referirse a la reforma sobre el aborto que pretende hacer Ruiz-Gallardón. En este sentido, y aprovechando que el Ebro pasa por Tudela, Gasset cuenta que “la Sección Femenina desapareció de este país en cuanto murió el dictador y que no dejó ni rastro”. Hombre, rastro sí dejó. Hubo una generación de mujeres que, pese a haber desaparecido la dictadura, siguieron sumisas a sus maridos en vergonzosas situaciones sólo comparables a lo que acontece en la actualidad en los países musulmanes. Sí, quedaba rastro. Había desaparecido la humillación a la mujer pero quedaba el poso de la costumbre. En honor a la verdad, no cabe duda de que aquella organización del Movimiento manejada por Pilar Primo de Rivera dejó para la posteridad, tal vez sin proponérselo, uno de los mejores manuales de cocina de los que se tiene noticia. La primera edición data de 1950, siendo su autora, Ana María Herrera, profesora de cocina en varios centros docentes. Está prologada por la condesa de la Mota. Tuvo como principal objetivo formar a las jóvenes de la época en el “amor a la familia y a las tradiciones” desde un punto de vista nacional-católico. Existen varias reediciones en cartoné (Aguilar, 1998 y Edimat, 2009) de este libro imprescindible, estructurado por menús de comidas y cenas en función de cada época del año. Está claro que aquel libro estuvo ideado para las amas de casa en una época oscura en la que la principal misión de la mujer consistía en tener muchos hijos y en “conquistar” al marido por el estómago. No hay que olvidar que “el feminismo llegó tarde y mal a España. Estaba prohibido el matrimonio civil, la contracepción y el divorcio. El ideal femenino era el sacrificio, la obediencia y la subordinación al marido”, según se desprende del libro “Azul y rosa: franquismo y educación femenina”, de María del Carmen Agulló Díaz (profesora titular del Departamento de educación comparada e historia de la educación de la Universidad de Valencia, pps. 243, 244). Por fortuna, los tiempos han cambiado y no existe distinción de género salvo en la liturgia de la Iglesia Católica. Los funcionarios del Cielo deberían hacérselo mirar. Sirvan estas líneas como deferencia, consideración y respeto a todas las mujeres del mundo en el Día Internacional de la Mujer.

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