sábado, 30 de junio de 2012

Adiós al "Siroco"



Leo que el submarino “Siroco” ha causado baja ayer en la Armada tras 29 años de servicio, después de proceder a una ceremonia de despedida presidida por jefe del Arsenal Militar de Cartagena, vicealmirante Fernando Zumalacárregui Luxán. Supongo que al submarino amortizado le cantarían aquello de “no te vallas todavía, no te vallas por favor…” con el mismo fervor que en “Verano azul” se lo entonaron a Chanquete. Menos mal que todavía quedan en activo sus hermanos “Galerna”, “Mistral” y “Tramontana”, todos de la misma camada. ¡Que pena de submarino!  No quiero ni pensar lo que habrá llorado el general de Infantería de Marina Juan Chicharro Ortega, quien a finales de febrero escribía en “República.com” elegías de este tenor: “Todos los años un elevado número de oficiales de los ejércitos cesan en el servicio activo y pasan a una situación administrativa denominada Reserva. No se trata de una jubilación pues ésta se produce al pasar a la denominada como Retiro, tal como establece la Ley de la Carrera Militar, al cumplir 65 años. Un grupo de hombres que no alcanzan los sesenta años y quienes en plenitud de facultades se encuentran después de una vida plena de actividad en una situación de paro forzoso”. Si el general Chicharro sentía profundamente que todos los años un elevado número de oficiales de los ejércitos cesaran en el servicio activo, imagínense ustedes el viacrucis que habrá sufrido ayer el vicealmirante Zumalacárregui despidiendo a un submarino, que no era amarillo, de la extinta E.N. Bazán, integrada en el extinto INI con aquella visión autárquica de la economía y el capitalismo de Estado. Mi más sentido pésame. Un submarino que en principio estuvo desarrollado para la lucha contra los grandes submarinos nucleares y para enfrentamientos con flotas en solitario, ¡ahí es nada!, terminó su vida activa realizando tareas de menor calado, tales como la recopilación de información en una zona de interés durante un tiempo prolongado, el control del tráfico mercante, el apoyo a la lucha antiterrorista, las operaciones antidroga y la disuasión. O sea, a labores de simple patrullera de la Guardia Civil o de aduanas pero con el coste para las arcas del Estado de un congo. Esa triste deriva de un submarino de la Armada Española, que ahora se achatarrará o se intentará vender a Tailandia, o a Burundi,  para que  twas,  tutsis y hutus busquen caracolas en el lago Tanganica,  me recuerda aquella anécdota del torero Juan Belmonte. Resulta que a su exbanderillero Joaquín Miranda González,  falangista que ocupó el cargo de gobernador civil de Huelva entre 1938 y 1943, le tocó presidir como autoridad un festival benéfico al que asistía el torero con un amigo que no entendía nada de Tauromaquia. Su acompañante, que había oído algo sobre la biografía del gobernador pero no sabía dónde, viéndolo en el palco presidencial, le preguntó a Belmonte:
-- Don Juan, ¿es verdad que este señor gobernador ha sido banderillero suyo?
-- Sí.
-- ¿Y cómo se puede llegar de banderillero a gobernador?
-- ¿Po… po… po cómo va a sé? De… de… degenerando.

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