lunes, 25 de junio de 2012

Nadie devuelve el trinque



Pablo Molina, en su artículo “Nadie es culpable en España”, saca el látigo de siete colas y produce con él un chasquido en el aire por ver si algún malnacido se da por aludido, se avergüenza y decide desaparecer del globo por el camino más recto. Tomo un párrafo: “Hay grandes culpables de los males que padecemos, aunque, como burgueses bien educados, a los españoles no nos guste señalar. La mayoría sigue en los mismos puestos, y los que han debido ser cesados ante lo abrumador de los cargos en su contra han trincado suculentas indemnizaciones para sobrellevar los rigores de la crisis a base de excelente marisco y mejor champán. Estos últimos, unos triunfadores en toda regla, siguen en el mercado laboral de los grandes ejecutivos esperando a que ‘el partido’ les encomiende otra alta responsabilidad, como mínimo igual de bien remunerada que las anteriores en las que demostraron su gran lealtad a las siglas. (…) Ni se suicidan, ni devuelven el trinque, ni comparecen ante la justicia ni se denuncian unos a otros, para salvar un trasero que de sobra saben tienen perfectamente resguardado, en virtud de su particular omertá”.  Uff, cuando a Pablo Molina le ponen una inyección de “penicilina”, la misma que le administran a los toros bravos cuando, al intentar descabellarlos se levantan, sale a la superficie nuestra tragedia española. Y ni aún así nos encolerizamos. Es, no sé, como si a todos los habitantes del Reino de España, o del Reino de Jauja, nos hubiesen puesto mientras soñábamos con lo imposible, o sea, a ser nuevos ricos de mierda el tiempo que durase un espasmo sólo comparable al del loco Luis II de Baviera, otra inyección de mansedumbre en vena.  El Gobierno pide un rescate con muchos ceros a la derecha del Eurogrupo para la banca, al tiempo que en la bahía de Santander se pone la primera piedra para el Centro Botín, un futuro edificio transparente que ha renegado del acero y el cemento y opta por la piel cerámica que recubrirá el edificio, a base de 360.000 piezas blancas, imitando a la madreperla. Dice Molina que “en España tiene que ir mucha gente a la cárcel. Pero mucha. (…) Se llame como se llame, es un dinero [el ahora solicitado a Europa] que vamos a tener que pagar entre todos, como siempre; pero como la clase política es la que marca los términos del debate público, aquí andamos todas sus víctimas haciendo filología barata para ver cómo denominamos el soborno”. Juzguen ustedes.

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