lunes, 11 de junio de 2012

Prevenir lo imprevisto



Señala Eduardo Torres-Dulce en entrevista a Efe que “con el Código Penal” no se resuelven los conflictos (…) políticas de prevención dan mucho más rendimiento”.Y Jorge Fernández Díaz, para no ser menos, cuenta que está en estudio una nueva tipificación para el robo de cobre. El robo siempre es un delito contra el patrimonio y ya está tipificado en el Código Penal, sea de cobre o de garbanzos de Fuentesaúco. Tanto el  Fiscal General del Estado como el ministro del Interior tras la expulsión por sus bocas de esas perlas cultivadas, se han quedado calvos detrás de las orejas. Lo de Jorge Fernández es hablar por no callar. No merece respuesta por mi parte. Torres-Dulce, sin embargo,  podría decirnos pasado mañana, por ejemplo, que el Derecho Mercantil por sí sólo no ayuda al desapalancamiento necesario de las Cajas de Ahorro, o que el Código Civil, en esencia, no resuelve los conflictos en un enfrentamiento entre un gato y un perro. El almibarado Fiscal General del Estado, que entiende mucho de cine, doy por hecho que sabrá mejor que yo que el Código Penal en un Estado de Derecho no esta para resolver conflictos ciudadanos sino para castigar los delitos que puedan cometerse. Porque, vamos a ver: si con el Código Penal no se dictaran sentencias, ¿qué demonios pintan fiscales, jueces y magistrados? Pretender “potenciar la prevención de los delitos”, como el invoca, es labor de difícil manejo, salvo que la Guardia Civil dedique todos sus esfuerzos a visitar todas las mañanas el domicilio de los 46 millones de ciudadanos para someterles a un “test de estrés”, como hacen los del Eurogrupo antes del rescate, y contarles aquello de que el hombre es bueno por naturaleza y que el ser es un ente apolar y neutro, como creían  a pies juntillas Sócrates y Rousseau. Otra solución posible consistiría en que esas visitas del puerta a puerta las hicieran los curas párrocos y los coadjutores en cada una de las diócesis. Naturalmente no nombrarían a la bicha, o sea, a Rousseau, sino que explotarían otros recursos, verbigracia: Dios en su bondad no podría haber creado criaturas esencialmente malas; que Siddharta confesó que la vida es sufrimiento, al menos la vida terrena; que el hombre es él y sus circunstancias… Bueno, eso no, que lo dijo Ortega y a nadie se le escapa que escribía en “El Sol”, donde mostraba sus simpatías por el socialismo. De esa manera, sobrarían en España los códigos, los letrados, las cárceles, el defensor del pueblo, los confesionarios y, si me apuran, hasta Carlos Dívar, que no se despega de la poltrona y se larga de una vez al Hogar del Jubilado ni aunque le echen aceite hirviendo por las canillas.

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