jueves, 13 de septiembre de 2012

Un Gobierno de medias tintas




Ya no cabe duda de que la televisión del Estado ha vuelto a los tiempos de Urdaci. En España las cosas no van bien. La televisión oficial infravaloró la Diada dando la noticia en quinto lugar, fichan en los “Desayunos” a la mujer de Wert, regresan las corridas de toros y, ahora, TVE  prepara un programa semanal centrado en la figura del Rey. El Gobierno, que no hace cosa distinta que dar palos de ciego, pretende influir sobre nuestra vida y nuestro futuro a base de persecuciones ideológicas y sociales. Deja a los “sin papeles” sin derecho a Sanidad; humilla a los parados con cursillos que no sirven para nada; quita la paga de diciembre a los funcionarios; mantiene la congelación de las pensiones, pasándose por el arco del triunfo el Pacto de Toledo; es manifiestamente incapaz de resolver mínimamente el problema del desempleo; se niega a practicar “drásticas rebajas” a ese 0’7 % de la cuota íntegra en las declaraciones del Impuesto sobre la Renta destinada al sostenimiento económico de la Iglesia Católica; etcétera. Y para más inri, se han cargado el Estado de bienestar del conjunto de los españoles en beneficio de una Banca irresponsable y avariciosa; la Sanidad Pública, en beneficio de la sanidad privada; la Educación Pública, en beneficio de la concertada; el Estatuto de los Trabajadores, en beneficio de una Patronal amodorrada y torpe a la hora de hacer inversiones y de invertir en I+D+i, asunto sobre lo que no tienen ni puta idea. El resultado es que la Conferencia Episcopal calla maliciosamente; la Patrona, enmudece por su impericia;  y la Banca continúa sin conceder créditos de “andar por casa” a los ciudadanos corrientes. Decía Alejandro Muñoz Alonso que “la mentalidad conservadora no ha logrado nunca ver al pueblo sino como un enemigo al que hay que domar, o como un débil de espíritu al que hay que guiar”. La picaresca de ciertos “Lazarillos de Tormes” metidos a políticos por “la gracia de dios” de estar dentro de unas listas cerradas lo impregna todo en este país. Los ciudadanos, misteriosamente, se han resignado con su suerte aún sabedores de que, la política que ejercen aquellos que disponen de “mayoría absoluta” para sacar adelante leyes neoconservadoras, les conducen directamente a vía muerta. Lo más triste, si cabe, es la persistencia en esa resignación; la creencia de que la política es patrimonio de unos pocos, de ese deus ex machina” cuyas decisiones marca el destino colectivo de todos los ciudadanos que conforman el Estado y para los que sólo existe un consuelo: saber que “hecha la ley, hecha la trampa”.

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