lunes, 5 de noviembre de 2012

El brindis al sol de un ministro




El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ha hecho hoy unas declaraciones en la Asamblea General de Interpol, celebrada en Roma, que yo, en su lugar, no me hubiese arriesgado a hacer. El ministro entiende, y así lo ha manifestado sin despeinarse, que “tras largos y dolorosos años de lucha con más de ochocientos muertos y miles de heridos en sus espaldas, la banda terrorista ETA ha sido derrotada”. El ministro, a mi entender, debería ser más consecuente y no recordarnos el último parte de guerra dado desde Burgos en 1939: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo…”,  por una simple razón: la banda terrorista no está decapitada. En efecto, hay muchos terroristas presos en las cáceles españolas y en las francesas, pero la triste realidad es que ETA no ha dejado las armas ni lleva intención de hacerlo.  Por tanto, al no estar esa organización vasca ni cautiva (en su totalidad) ni desarmada, quiere decirse que puede volver a hacer estragos y a asesinar inocentes en cualquier momento. El “cese definitivo” en su actividad terrorista vendrá el día que pida perdón por sus horrendos crímenes a los familiares de las víctimas, que entreguen todas sus armas y explosivos y que se pongan a disposición de la Justicia para cumplir condena en instituciones penitenciarias. Mientras esas cosas no sucedan, sería una postura seria y de rigor que el ministro se abstuviera de hacer brindis al sol. Todos los ciudadanos respetuosos con la Ley deseamos que la banda terrorista desaparezca para siempre de nuestras vidas y de nuestras ciudades y deje de proyectar esa sombra alargada de ciprés de cementerio. Tenemos derecho a vivir en paz. Pero echar las campanas al vuelo, como acaba de hacer el ministro Fernández hoy en Roma, se me antoja más como el deseo de un hombre de bien, que lo es, que la certeza de una realidad preñada de azoramientos e incertidumbres difícilmente superables por el común de los ciudadanos.

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