sábado, 10 de noviembre de 2012

El bueno, el feo y Rafael Lemus



Rafael Lemus es un diputado extremeño que se ha convertido en el malo por tener “un fallo de concentración”, según ha confesado a los medios. ¡Vaya navidades que le esperan! Los fallos de concentración suelen tener fatales consecuencias, sobre todo cuando vas al volante de un coche o, cuando en una oposición para cubrir  plazas de conserje, escribes que el presidente de Francia es el Cid Campeador. En el primero de los casos te matas y en el segundo, te quedas sin esperanza alguna de lograr el ansiado puesto trabajo. Recuerdo que en el ingreso de Bachillerato (Plan del 57) a los alumnos “libres” nos hacían un examen. Siempre llevabas dos plumas estilográficas por miedo a poderte quedar sin tinta. Pues bien, el meollo de la “ruda” prueba radicaba en la resolución de una división con muchos dividendos y cuatro divisores y en un dictado en el que no se admitían más de tres faltas de ortografía. El resto de las pruebas eran orales y de cultura general. Por cierto, dudo que hoy muchos universitarios hubiesen resuelto favorablemente la prueba de un dictado en el que aparecían adjetivos tales como hebdomadario, o verbos como prever, que algunos se equivocan al conjugar como proveer, sin  pararse a considerar que prever se conjuga como “ver” y proveer, como “leer”, etcétera. Pero a lo que iba, Rafael Lemus, al romper la disciplina de voto impuesta por el partido socialista con su aparente “equivocación” ha conseguido favorecer al Partido Popular  a la hora de aprobar una moción para quitar la paga extra a los funcionarios extremeños. Reconozco que cualquiera puede tener un error humano. Lo que sucede es que los errores se pagan. Como primera medida, el diputado Lemus ha puesto el cargo a disposición de su partido. Como segunda medida, le aconsejaría que no saliese de casa ni para comprar el pan; porque, de acercarse al supermercado para adquirir los guirlaches, el anís del Mono, la sidra El Gaitero y los matasuegras, se podría encontrar de frente con toda una caterva de funcionarios encabronados dispuestos a desollarle vivo.

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