lunes, 12 de noviembre de 2012

Rajoy debería marcharse




La crisis aumenta la talla de las mujeres españolas. Sí, también la de los hombres. No hay nada raro en ello. No se puede estar un día sí y otro también comiendo espaguetis, macarrones y bocadillos con una mortadela infame que en un país serio no la probarían ni los perros.  La carencia de dinero, el estrés acumulado y la falta de trabajo producen ansiedad, y la ansiedad se traduce, en más de las veces, en comer compulsivamente. La dieta mediterránea y la comida de autor pertenecen en España a un grupo de ciudadanos que no saben lo que cuesta ganar el pan con el sudor de la frente. Hay demasiados políticos encanallados y una legión de asesores de no sabemos qué especialidad viviendo del cuento, tirando de coche oficial, dietas abultadas y “Visa oro”, todo ello con cargo al contribuyente. ¿Puede una familia de casi nulos ingresos, o que malvive con la triste pensión de sus ascendientes jubilados, guisar con aceite de oliva,  comer un filete de ternera aunque sólo sea una vez por semana, o hacer todos los días al menos una comida de fuste? Sinceramente, no. Y esas carencias nutricionales, el estrés acumulado en el interior de un túnel en el que nunca se atisba la luz y los bombardeos continuos de publicidad en televisión (lo único que tiene derecho a ver mucha gente sin pasar por taquilla), se traducen  en depresión, angustia y desajustes endocrinales. Según la experta en nutrición del IMEO, Elisabeth Gónzalez, y así lo leo hoy en República.com, “no es casualidad que cuando estamos tristes o desanimadas, nos apetece un helado de chocolate, ya que los alimentos dulces y con altas concentraciones de azúcares aumentan las concentraciones de serotonina, produciendo un efecto antidepresivo y ansiolítico momentáneo”. España necesita con urgencia un cambio de política económica. En Astorga una discapacitada ha muerto por falta de cuidados tras fallecer su madre. ¿Dónde está esa ayuda a la dependencia? Nadie se explica cómo la codicia de bancos y cajas fueran causa de la “burbuja inmobiliaria” y de que se concedieran hipotecas a insolventes mientras el Banco de España se ponía de perfil. ¿Que hacían en su despacho, primero Caruana y más tarde Fernández Ordóñez? Nadie nos lo ha explicado. Aquí nadie explica nada de nada. Nadie dimite. A los ciudadanos se les utiliza una vez cada cuatro años, cuando les invitan unos cantos de sirena a acudir a las urnas. A partir de ahí, el ciudadano deja de existir. ¿Dónde habita la democracia? ¿Qué papel moderador juega el jefe del Estado? Produce consternación saber que ya existe en España toda una generación perdida. La huelga del próximo miércoles (pasado mañana) es la segunda que se hace al Gobierno en menos de un año. Rajoy ha fracasado aplicando una política neoliberal de favorecer al poderoso y arrodillarse de forma vergonzosa y plebeya ante Merkel sólo empeorará las cosas de aquí. Rajoy, como jefe de Gobierno, ha alcanzado su nivel de incompetencia. ¿Por qué no tiene el coraje de dimitir de una puñetera vez? Nadie lo entiende. La huelga general del próximo día 14 de noviembre está plenamente justificada. No se puede seguir arruinando al pueblo soberano a costa de un Gobierno cuyo jefe ha perdido el rumbo, y a costa de un Estado en el que su jefe se dedica a cazar elefantes y más tarde a pedir perdón.

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