jueves, 31 de enero de 2013

Tiempo le pido al tiempo




Luis Bárcenas sigue insistiendo en que altos cargos del PP cobraron “bufandas”; Diego Torres continúa lanzando torpedos contra Urdangarín en un intento, según parece, de posicionar a la infanta Cristina en el centro del tsunami; Montoro no abre la boca con respecto a la regularización, aprovechando la amnistía de Hacienda, de 10 millones en cuentas opacas que Bárcenas tenía en Suiza y regularizó; la Casa Real todavía no ha cesado a Carlos García Revenga, secretario de las infantas, tras conocerse su imputación por el juez por presuntos desvíos de fondos públicos al Instituto Nóos; el Ayuntamiento de Palma de Mallorca desea que Urdangarín no use el título de duque consorte y acuerda quitar el rótulo de una Rambla  dedicada a la pareja ducal; Gabilondo pedía ayer, cumpleaños del Príncipe, desde El País, la abdicación de don Juan Carlos; la derechona debería ahora pedir perdón en aquellos medios de prensa y radio ( todos conocemos cuáles) en los que lanzó vergonzosas acusaciones relacionadas con niños y trituradoras sobre Carlos Morín, tras ser absuelto por la Audiencia de Barcelona de la acusación de más de 100 prácticas abortivas ilegales; la ministra Mato, que no sabe por dónde le sopla el viento, pretende añadir el incremento del IPC sobre los fármacos a los porcentajes que ya se cobran injustamente a los jubilados cuando éstos presentan las recetas en las oficinas de farmacia; Emilio Botín, el de los tirantes “coloraos”, ha presentado unos resultados de 2012 muy malos para el accionista, al verse obligado a “orear” sus balances mediante una provisión de 18.800 millones para el ladrillo; y, por si ello fuese poco, hoy Artur Mas se entrevista con el Rey en La Zarzuela para exponerle sus “planes” de futuro. Es lo que hay. Cuenta hoy Marcello, el  simpático perrillo, que “Don Tancredo Rajoy está pálido de miedo”, más aún tras las declaraciones de Pío García Escudero. No sé, no sé… En los “papeles secretos” del extesorero que hoy saca a la luz El País se cuenta que hay anotaciones donde se reflejan, entre otras muchas, entregas de 25.200 euros anuales durante 11 años al actual presidente del Gobierno. Esto no marcha, la tensión social aumenta de forma exponencial, al Gobierno se le ha gripado el carburador para gobernar con acierto y la Casa Real no pasa por su mejor momento. Sólo falta, dicho sea en sentido figurado, un estopín con fulminato de mercurio para que todo vuele por los aires. No se puede ir de gobernantes sólo por el beneficio que concedieron las urnas a unas listas cerradas sin tener en cuenta a los gobernados, que depositaron su voto en la confianza que les daba un previo programa político más tarde incumplido en su casi totalidad. Seamos serios y llamemos a las cosas por su nombre: al Rey lo nombró  Franco y su aceptación por la ciudadanía fue “colada de rondón” dentro del “totum” de la Constitución. Y el Partido Popular obtuvo mayoría absoluta en las urnas más por los deméritos del PSOE que por méritos propios. Pero en España parece ser, si es que aspira a modernizarse, que ya no cabe la decimonónica fórmula de ahora Cánovas, más tarde Sagasta. Tampoco, un “borboneo” como el de Botsuana, por el que tuvo que pedir perdón el Jefe del Estado. A mi entender, la Monarquía española, y por consiguiente la Casa de Borbón, debió de terminar para siempre en 1931, con la abdicación por abandono de Alfonso XIII. Ahí terminó su reinado. Eso de los derechos legítimos traspasados a Juan de Borbón son pamplinas. (No debemos olvidar que por una ley de 26 de noviembre de 1931 las Cortes acusaron a Alfonso de Borbón de alta traición. Tampoco, que Franco escribió el 4 de abril de 1937 una carta despectiva al Alfonso XIII después de que éste acabara de donar un millón de pesetas a la causa franquista). Mal podía ceder derechos sucesorios quien los había perdido en el puerto de Cartagena. Pero tiempo le pido al tiempo. Como demuestra la Historia, el tiempo terminará por poner cada cosa en su sitio.

martes, 29 de enero de 2013

Calatayud



Ayer volví a Calatayud. Por la Rúa de Dato pasaban unos tipos astrosos hablando en rumano. Calles semidesiertas, tiendas semivacías y el Paseo paralelo a la antigua N-II,  ahora con menor tráfico y tan entrañable como siempre, adornado con esos plátanos de sombra tejidos unas ramas con otras como si fuesen parras haciendo un largo sombrajo. Es como si el viajero caminara bajo una pérgola. Pocos comercios quedan de los tiempos de mi juventud perdida para siempre. La Estación de Ferrocarril está transformada desde la llegada del AVE. Ahora pone Adif, que es una forma como otra cualquiera de no llamar a las cosas por su nombre, y los andenes están ocupados por unas urnas de cristal con fríos aunque cómodos asientos para el peregrino. Es lo que va quedando de  entonces, de cuando en los andenes se permitía fumar, se pillaban resfriados y se podía adquirir en el quiosco de la Librería de Ferrocarriles el ya desaparecido “España de Tánger”.  Un letrero sobre el frontis de la Estación, en lo más alto,  sigue con la leyenda “Calatayud-Jalón”, que era desde los tiempos del MZA y de las fotos de J. Laurent una manera elegante de poner apellido a la ciudad de la Dolores. Rúa arriba, San Pedro de los Francos. Una vez pregunté el motivo por el que las aldabas en forma de gruesas anillas que existen sobre la puerta de esa iglesia de torre torcida y mochada estuvieran tan altas. Y el bilbilitano al que se lo pregunté me contestó amablemente que tales argollas estaban pensadas para ser usadas con punta de lanza. En San Pedro de los Francos, en 1461, se produjo la coronación de Fernando II como rey de Aragón, se constituyeron en 1978 las primeras Cortes democráticas y de allí salió el primer presidente autonómico, Juan Antonio Bolea Foradada, de UCD, por la Asamblea de Parlamentarios Aragoneses. Y Calatayud también dispuso del primer ayuntamiento democrático de España tras la muerte de Franco, por adelantamiento en un día las elecciones por la visita del rey. También tuvo el primer alcalde democrático, José Galindo Antón, militante del PAR, excelente médico y mejor persona. Todas esas cosas, y más, quedaron plasmadas con la ágil pluma de Pedro Montón Puerto, cronista oficial y gran amigo muerto. Ayer volví a Calatayud por resolver unos asuntos personales y tuve tiempo para recorrer sus calles y visitar alguna cafetería. Ya en la atardecida regresé a Zaragoza en tren regional con más vagones que viajeros. Sobre la Sierra de Armantes podía divisarse, ya entre dos luces, el anciano Castillo de Ayub, testigo mudo en 1362 de la Guerra de los Dos Pedros. Hoy ejerce de  faro de caminantes, que no es poco.

España no es Holanda




La decisión de la reina Beatriz de Holanda de abdicar en su hijo, el príncipe Guillermo, levanta en España todo tipo de especulaciones y comentarios. Beatriz tiene 75 años, los mismos que el rey Juan Carlos; Guillermo, príncipe de Orange-Nassau, 45, como Felipe, príncipe de Asturias. Pero Holanda no es España ni se le parece por el forro. En Holanda, país rico y democrático, la Monarquía como forma de Estado forma parte de la cultura de los holandeses y tienen perfectamente asumido el papel de la Corona. El caso español es distinto. España es un país hundido en una profunda depresión económica que cuenta con seis millones de desempleados y con una corrupción política impensable en cualquier otro país democrático de nuestro entorno. Por si ello fuera poco, España es un Estado aconfesional donde, inexplicablemente, sigue en vigor un Concordato con la Santa Sede por el que la Iglesia Católica goza de exenciones fiscales y ha recibido sólo en los tres últimos años (entre 2009 y 2011) 1.231 millones de euros en distintos conceptos. No olvidemos que los acuerdos de enero del 79 establecían que la Iglesia debía lograr por sí misma “los recursos suficientes para la atención de sus necesidades”. Pero jamás fue así. La Conferencia Episcopal, que nunca ha considerado como financiación estatal el 0,7% del IRPF,  viene argumentando con su cínica postura habitual y un morro que se lo pisa que son los fieles quiénes aportan esos recursos mediante sus impuestos y que, por tanto, nada deben al Estado. Rouco Varela, por lo que se desprende, sabe latín pero desconoce quiénes conforman el Estado, seguramente por aquello de que su reino no es de este mundo.  En el caso español, además, se da la circunstancia de que no se llevó a cabo a la muerte de Franco un referendo para determinar la forma que deseábamos de ese “nuevo” Estado. No hubo ni plebiscito popular ni Cortes Constituyentes, y la figura del sucesor en la Jefatura del Estado ya estaba señalada de antemano por el dictador desde el 22 de julio de 1969 con base en la Ley de Sucesión de 1947, donde en el artículo 2º le estaba reservado ese derecho. Y el entonces príncipe de España  se vio obligado a tener que jurar los Principios Fundamentales del Movimiento y tragarse muchos sapos para poder reinar, pese a que su padre, Juan de Borbón y Battenberg, jefe de la Casa Real Española, no renunciaría a sus derechos dinásticos hasta el 14 de mayo de 1977 a favor de su hijo, en un acto bastante triste para don Juan en el Palacio de la Zarzuela y no en el Palacio Real, como hubiese sido lo correcto. El caso de España no puede compararse con el de Holanda. En España los reyes mueren en la cama, salvo que te llames Favila y seas hijo de don Pelayo, o sea.

viernes, 25 de enero de 2013

La mosca tras la oreja




Suponiendo que fuese cierto un informe del Instituto Metropolitano de Ciencias Médicas de Tokio, los españoles tendríamos más memoria que el elefante de la foto de la República de Botsuana antes de que éste fuese fulminado por el rey Juan Carlos. Botsuana, que es algo mayor que España, sólo tiene dos millones de habitantes y parece más fácil encontrarte con un paquidermo que con un indígena. Digo más, de ser cierto que el cerebro despierta la memoria cuando se pasa hambre, gran parte de los 6 millones de parados españoles, a los que ya comienza a clareárseles la raspa, tendría más memoria que la que disfrutó en vida  don Marcelino Menéndez Pelayo, que tenía una retentiva fotográfica. Lo que sucede es que las pruebas de ese Instituto japonés se están haciendo con moscas, donde se produce una reducción de la memoria. En consecuencia, no encuentro yo  paralelismo alguno para determinar tal hipótesis Otra cosa distinta es que los parados españoles lleven la mosca detrás de la oreja, a la altura del lobanillo, como el que  tenía un vecino de escalera y que agradecía porque, según comentaba a los clientes, le permitía sujetar el lapicero en la oreja con el que echaba las cuentas de la vieja en su negocio de ultramarinos, que eran lo más parecido a las cuentas del ministro Montoro aunque a menor escala. Pero los japoneses conjeturan que el hambre despierta una hormona que reduce el azúcar en el organismo y activa una proteína en el cerebro que logra que aumente la memoria. En fin, esperar para ver. A fin de cuentas, el ADN del ser humano se parece más al de la mosca del vinagre que al de los monos. Leemos poco a Kafka y así nos va.

jueves, 24 de enero de 2013

No todo vale




Vamos a ver, aún suponiendo que Amy Martin fuese el pseudónimo de Carlos Mulas, ¿dónde está la corrupción? El director de la Fundación Ideas tenía contratada a una escritora, a la que el Partido Socialista retribuía con 3.000 euros por artículo publicado y que resultó, siempre según Jesús Caldera, ser el propio director quien escribía y recibía ese dinero por escribir. A mi entender, no existe corrupción alguna. Si acaso el proceder poco ético de un pícaro que se autoalimentaba económicamente mediante la creación de un autor ficticio, que en realidad era él. Tampoco parece cierto que fuese así.  Caldera, al despedir a Carlos Mulas, ha creído matar a dos pájaros de un tiro, o sea, al director de la Fundación y al columnista que firmaba bajo psudónimo, cosa habitual entre escritores. Pero ahora resulta que Amy Martin es de carne y hueso y esposa de Carlos Mulas, cuyo nombre real se corresponde con el de Irene Zoe Alameda. Y esta señora, la supuesta columnista “fantasma”,  ha aclarado que su marido no sabía nada porque estaban separados. Muy raro todo aunque posible. Y dicho eso, me parece inadmisible que el columnista Alfonso Ussía, en La Razón, escriba hoy que “su padre, ‘Boom-Boom’ Martin, fue la gran estrella del Circo de Filadelfia hasta su fallecimiento”. La señora Alameda, para que se entere Ussía, estudió Filología Hispánica en la Universidad Complutense y en la Universidad de Bonn, se doctoró en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Columbia en Nueva York, donde también cursó un máster. La autora de “Sueños itinerantes” (Seix Barral, 2004) debería merecer un poco de respeto a Ussía, sobrino del militar golpista Jaime Milans de Bosch, que comenzó Derecho y Ciencias de la Información sin terminar ninguna de esas carreras.  Añade Ussía en su artículo de opinión que “Amy, huérfana de padre, vivió una infancia infeliz junto a su madre, Eleanora Westphale, que era –espero que Amy me disculpe por mi crudeza descriptiva–, más puta que las gallinas. Pero ella leyó mucho, y se convirtió en una gran escritora, prolífica y propietaria de un inmenso abanico sociocultural.” Vamos, que leyendo a Ussía de inmediato viene a la mente “Cristo versus Arizona” de Cela, o que estás visitando el mítico “Savoy” de José Luis Alvite. A mi criterio, Ussía debería pensar  lo que escribe antes de enviarlo a la rotativa y Marhuenda debería ser consciente de con quién se juega el prestigio el  periódico de su dirección.

lunes, 21 de enero de 2013

Malversar en tiempos revueltos




Lo cuenta Henar Ortiz en Twitter: “En este país se recortó un 22% en Educación y un 21% en Empleo. Pero a la Casa Real sólo un 2% y a la Iglesia un 0%”. Y es verdad. Alguien con poder político bastante debería explicar a los ciudadanos el por qué de esos datos. A mí no me sirve que se diga que la Monarquía en España sale barata. Tampoco, que la Iglesia, a través de Caritas, ejerce un papel importante en una sociedad deprimida por la crisis económica. ¿Cuánto aporta a Cáritas la Conferencia Episcopal? No llega a un dos por ciento. Respecto a la Monarquía, ¿sale barata con respecto a otras monarquías europeas? Posiblemente sí, pero la realidad de España no es la de Dinamarca, Holanda o Reino Unido. Por lo tanto, la comparación es odiosa.  Resulta que Henar Ortiz está en lo cierto cuando hace referencia a esos datos porcentuales. Pero también resulta, según he leído por ahí, que Henar Ortiz, hermana del padre de la consorte del príncipe Felipe estuvo, no sé ahora, imputada por alzamiento de bienes junto a su madre y Jesús Ortiz. Henar es un terreno poblado de heno. Y el heno es la hierba que se corta y se deja secar para alimentar el ganado.  Hace ahora un año, la polifacética Henar Ortiz hizo una entrevista a Teresa Álvarez, viuda de Sabino Fernández Campo, para la revista “Hola”;  ese papel couché que, como sucede con el heno, alimenta la morbosa curiosidad de los clientes de peluquerías y salas de espera de dentistas. Y la reportera Henar le espetó, como quien se come un albaricoque: “¿Cómo cree que hubiera reaccionado su esposo ante el crítico momento que atraviesa la Casa Real?”. Su esposo Sabino -para que se entere la exempresaria, exreportera gráfica y ahora actriz Henar Ortiz- ya pasó el  peor momento de su vida la tarde-noche del 23 de febrero de 1981. El laberinto de España, a mi entender, no es cuantificar el coste del mantenimiento de la Casa Real, que parece estar asumido por todos. El galimatías que ahora preocupa a los españoles, a la cúpula del PP y a los responsables del Gobierno es el último relato de Trías Sagnier. Esa nueva versión de “Malversar en tiempos revueltos”  sí que lleva trazas de convertirse en un culebrón inacabable. Ya verán, ya verán…

domingo, 20 de enero de 2013

Una limosna de claridad



Con la reciente muerte de Manuel Fernández-Montesinos el pasado día 18 de enero se nos ha disipado un poco más el aroma en el viejo frasco de las esencias de Federico García Lorca. El sobrino del poeta e hijo del médico y alcalde de Granada fusilado por los sublevados en las tapias del cementerio el 16 de agosto de 1936 era también hijo de Concha, hermana de Federico. Por esa tendencia a la estratificación que todo lo aprisiona en capas superpuestas, se va montando un manto siniestro sobre otro y éstos se tornan  resistentes y brunos como  techumbres de  pizarra. ¡Lastima que ya no viva Manolillo El Comunista! Cuántas cosas se llevó a la tumba aquel enterrador del Barranco de Viznar. Matar a Federico cuando se buscaba afanosamente a Fernando de los Ríos para darle matarile fue la mayor vileza de Queipo de Llano, cuyo fajín de general procesionó durante muchos años por Sevilla sobre su cintura la imagen de la Macarena. Ruiz Alonso sólo fue el colaborador necesario para aquella villanía.  En vista de que no encontraban a Fernando por ningún sitio, optaron por sacrificar a su niño mimado.  “Y Ruiz Alonso fue directamente desde el Gobierno Civil a la casa de los Rosales para llevarse a Federico, en un ‘Oakland’ descapotable matrícula GR 2185”, (Félix Grande. ‘La Calumnia’. Mondadori, 1987, p.160.).Se ha muerto Manuel Fernández-Montesinos y los ciudadanos hartos de soportar iniquidades nos hemos quedado un poco huérfanos de padre. “Grupo de gente salta en los jardines/ esperando tu cuerpo y mi agonía/ en caballos de luz y verdes crines”.

sábado, 19 de enero de 2013

La España indeseable




Llega la ciclogénesis explosiva en el clima y en el Partido Popular. La meteorología anda revuelta y la política anda podrida. La borrasca que ha producido en la sociedad el caso Bárcenas, un eslabón más de la cadena de los despropósitos, pone de manifiesto cómo está el panorama en el Reino de España. Mientras la chusma gobierne; mientras el juez Castro, encargado del caso Palma Arena, donde salió de rebote el caso Nóos (y abrió una nueva pieza), no tenga las agallas suficientes para imputar a la infanta Cristina cuando sí las ha tenido para imputar a la esposa de Diego Torres, Ana María Tejeiro; mientras la Justicia se ponga de perfil tras conocer que, gracias al dinero público que se desviaba del Instituto Nóos, la infanta ganó 571.000 en sólo tres años de actividad de Aizoon ( empresa montada a medias con su marido), según el periódico El Mundo; mientras Rajoy ironice, como hizo en Almería, al responder a un periodista sobre los sobresueldos que cobraron ciertos miembros de su partido (algunos hasta 15.000 euros mensuales), con un cínico “sí, hombre”; mientras, mientras… Son demasiados “mientras” para un pobre país que no sabe por dónde tirar. De nada sirve que los ciudadanos se manifiesten, que se hagan foros de opinión, que se denuncien un día sí y otro también corruptelas en todos los partidos políticos y en todos los ámbitos en los que ciertos sinvergüenzas “cortan el revesino”, frase que, por cierto, utilizan los limeños desde  que en 1535 se trazó el plano de la ciudad de Lima. Lástima que no pueda contar aquí  esa patraña por resultar demasiado larga. Estos sinvergüenzas, digo, han dividido España en dos: la de los ciudadanos honrados que pagan sus impuestos, sufren la crisis económica y salen adelante (en demasiadas ocasiones gracias a la ayuda de los abuelos pensionistas); y la otra, la España de los despilfarradores del dinero público y de los patrioteros que se lo llevan crudo como si eso fuera “normal” en el terreno político. Es un corte sin anestesia que esos desaprensivos han practicado a bisturí, como corta un velero el mar. Pero nadie dimite de sus cargos y casi nadie devuelve lo robado ni entra en presidio. Dado ese feo panorama, también parece normal que las esperanzas de los ciudadanos en una España mejor se hayan cortado como se corta la mayonesa.

viernes, 18 de enero de 2013

Andalucia en Palestina




Días pasados se inauguraba el Centro Cultural Palestino Andaluz en  Beit Sahur, en el territorio ocupado de Cisjordania. Es un nuevo acierto de la Junta de Andalucía, dada la gran afluencia de andaluces que veranean transistor en mano y con chancletas en ese secarral. Hace décadas, los andaluces, que no tenían posibles para poder veranear en plan Rodolfo Langostino, se marchaban con la maleta y un ramillete de esperanza a  buscar trabajo a Cataluña; y, una vez instalados, formaban importantes centros de reunión para solazarse en sus horas de asueto. Pero ahora la cosa ha cambiado. Aquellos andaluces, que habían llegado a Barcelona a principios de los sesenta y a quiénes los catalanes llamaban despectivamente charnegos, se han convertido pasados los años en más catalanistas que el mismísimo Joseph Antoni Durán i Lleida, que tampoco  nació en Cataluña sino en el pueblo oscense de Alcampell, y que Josep-Lluís Carod Rovira, hijo de Apeles Carod, un guardia civil aragonés que dejó el Cuerpo y el tricornio y se afincó en Cambrils como trabajador del puerto. Pues bien, a lo que iba, a la inauguración del Centro Cultural Palestino Andaluz asistió el vicepresidente de la Junta de Andalucía, Diego Valderas, que es andaluz de nación, de Bollillos Par del Condado, y que también tuvo que marchar a Barcelona a los 16 años, después de haberse quedado huérfano, donde trabajó de albañil, camarero, repartidor de butano, jornalero, peluquero, etcétera. En esas, en medio de la inauguración, allí estaba a pie firme Diego Valderas en compañía del director del Centro, Hazim Manoly, cuando sonó la Marcha Granadera, solo que esta vez se trataba de un Himno Nacional cantado y con la letra que el gaditano José María Pemán concibió en 1928 por encargo de Miguel Primo de Rivera. Aquellos versos que empiezan: “Viva España, / alzad la frente, hijos del pueblo español, / que vuelve a resurgir…”, durante el franquismo se cambiaron en lo de “alzad la frente” por “alzad los brazos” por aquello del saludo a la romana del fascismo. Algo parecido aconteció con el Himno de Riego por los altavoces del Rod Laver Arena  en la final de la Copa Davis en Melbourne, en 2003. Lo sucedido en Australia es más perdonable. En la antípoda todavía no tiene pensado la Junta de Andalucía inaugurar un Centro Cultural Australiano Andaluz. Pero lo de Palestina no tiene perdón, si consideramos que Palestina forma parte de los Santos Lugares y que el director del centro se apellida Manoly, nombre muy común entre las muchachas del bilbaíno barrio de La Palanca.

miércoles, 16 de enero de 2013

Güemes, por ejemplo




Por una vez voy a estar de acuerdo con algo que dijo Esperanza Aguirre en una entrevista en Telecinco: “que no pueda ir a un cargo público ni a un escaño ni a un puesto directivo importante alguien que no haya cotizado a la Seguridad Social en otra cosa, que no haya sido autónomo, empresario, que no haya hecho cosa distinta en su vida”. De ser así, no se darían supuestos como los de José Luis Rodríguez Zapatero o Fátima Báñez García, la actual ministra de Empleo y Seguridad Social, que siempre vivieron de la política. Los resultados, en consecuencia, no han podido ser más catastróficos. Rodríguez Zapatero veía brotes verdes donde sólo existía un erial que lo copaba todo. La ministra Báñez, una de las peor valoradas junto al ministro Wert, no sabe ni por dónde le sopla el viento. El abaratamiento de despidos y la reducción de indemnizaciones en su reforma laboral no han servido para crear puestos de trabajo, sino más despidos y más infortunio a gran parte de los ciudadanos. Convertir la política en una profesión con los únicos “méritos”  curriculares de haberse presentado mediante  lista cerrada en unos comicios suele llevar a situaciones indeseables. Toda democracia se evapora como el agua de un charco cuando se transforma en una oligarquía de partidos con estrictas reglas disciplinarias. Más aún cuando un determinado partido consigue la mayoría absoluta tanto en el Congreso de los Diputados como en el Senado. Entonces ese partido se convierte en un monstruo capaz de laminar (generalmente en beneficio propio) cualquier  intento de transformación social  (en beneficio del pueblo soberano) que pueda llegar a proponerse desde las filas de la Oposición. Y sobre la corrupción política, ¿qué decir? Sólo un ejemplo: lo sucedido en la Comunidad de Madrid con Juan José Güemes, exconsejero madrileño de Sanidad, que ha hecho el ‘sacrificio’ de no trabajar por un importante sueldo en Unilabs (la empresa que ahora ejerce el control de los análisis clínicos de ciertos hospitales públicos ahora privatizados), da idea de cómo las gasta la derecha allá donde gobierna.

martes, 15 de enero de 2013

Un año sin don Manuel



El año pasado nos dejaron Manuel Fraga y Santiago Carrillo, las dos caras del mismo espejo. Hoy hace un año que murió el hombre sobre el que se dijo que llevaba el Estado en la cabeza. Carrillo dejaba el cigarrillo el 18 de septiembre. Y en el mes de julio, sólo dos mese antes de su fallecimiento, don Santiago entregaba a la editorial “Galaxia Gutenberg” su versión escrita de lo que poco más tarde se editaría bajo el título “Mi testamento político”. Era como una purga política sincera contada de propia mano por el hombre que regresó a España tras un largo exilio, ahora travestido con una peluca rubia. El “meyba” de don Manuel en su baño de Palomares y la peluca de don Santiago aireada al viento por las calles de Madrid ya forma parte de un pasado sórdido en el que los españoles, sin saber por dónde tirar,  remábamos a contracorriente en una enorme trainera por las procelosas aguas de un océano desconocido y con rumbo a ninguna parte. Cuenta Carrillo en su último libro (página 303): “Creo que a Fraga, en su calidad de hombre de la derecha, se cerró la perspectiva de llegar al gobierno de la nación el día en que planteó la abstención en el referéndum sobre la OTAN, convocado por el gobierno socialista. En el fondo Fraga era un ‘otanista’, pero pensó que absteniéndose iba a provocar la caída del gobierno, lo que le colocaba en el sucesor de Felipe González en el poder”. Más tarde tendría el premio de consolación de la Xunta de Galicia, para que prendiera candela a las queimadas, que funcionan como protección contra maleficios, en su conjuro particular de quema de meigas en la oscuridad de la noche. Un año sin don Manuel, llueve mansamente en gran parte de España y Esperanza Aguirre, esa meiga de quita y pon, ficha por una empresa de cazatalentos. “Algunas huirán/ a caballo de sus escobas/  para irse a sumergir/ en el mar de Finisterre”, o sea.

lunes, 14 de enero de 2013

Ussía y su morbosa fijación




Curioso. Hoy lunes, el diario El País publica una entrevista a Federico Mayor Zaragoza, en la que se manifiesta en clara oposición a la “ley Wert” sobre la reforma educativa. El exdirector general de la UNESCO es persona sensata y de agradable diálogo. También hoy, curiosa coincidencia, en el diario La Razón, Alfonso Ussía carga, sin venir a cuento, toda la artillería pesada contra el que fuese subsecretario de Educación entre 1974 y 1975 en el gobierno Arias y ministro de Educación y Ciencia entre 1981 y 1982 en el gobierno Calvo Sotelo. Pero el reproche que Ussía le hace a Mayor no es otro que el hecho de haber recibido en julio de 1975 la Gran Cruz de la Orden de Cisneros. A Ussía le extraña que por aquellos años el entonces jefe del Estado concediese una alta distinción al, además de subsecretario de Educación y Ciencia, cofundador en 1974 y posterior director del Centro de Biología Molecular "Severo Ochoa" hasta 1978. Y para demostrar lo que cuenta, como si Ussía hubiese descubierto el Mediterráneo, termina su artículo con una copia literal del decreto 1740/1975 de diecisiete de julio, donde se concede tal distinción. Ruego que si alguien entiende algo, que me lo explique. Ussía debería “aclarar”, a quien no lo sepa, que Franco también distinguió a don Juan Carlos de Borbón con el título de Príncipe de España y le nombró sucesor a título de rey. ¿Tiene algo que decir sobre el particular? La Orden de Cisneros, creada por decreto en 1944, fue una distinción civil al Mérito Político que se concedía por cualidades relevantes al servicio de España. Y como Federico Mayor las tenía con creces por su ayuda a la investigación, le fue concedida tal distinción en su categoría de Gran Cruz. Por cierto, en la actualidad el Rey es el Gran Maestre de la Orden y el cargo de Canciller lo ostenta Soraya  Sáez de Santamaría. ¿Algo que objetar?

domingo, 13 de enero de 2013

¿Dónde está Rajoy?




Todos los ciudadanos españoles lamentamos profundamente la muerte del sargento David Fernández Ureña en Afganistán. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha sido el gran ausente en el acto de despedida en el acuartelamiento de Sangenis, este frío domingo de enero en el que el presidente no tenía nada previsto en su agenda. Se ha limitado a enviar un telegrama de condolencia a su familia, que ha estado arropada por el príncipe de Asturias y el ministro de Defensa. A mi entender, si el Gobierno envía tropas a esa zona conflictiva de Asia, a su presidente le corresponde dar la cara cuando algo sale mal. Y la muerte de este sargento significa que algo no ha ido bien para un soldado. Rajoy es un hombre débil e incapaz de afrontar la adversidad cuando ésta viene de cara, como quedó demostrado – y cito textual lo escrito en un artículo por Pablo Sebastián- “el día que salió corriendo en el Senado por el garaje de la Cámara para evitar a la prensa en el día de un severo ataque de los mercados a la deuda española”. El sargento Fernández ha muerto el pasado viernes en Afganistán con las botas puestas, cumpliendo con su deber y las banderas de todos los centros oficiales y de los barcos de la Armada están a media asta. España está oficialmente de luto y Rajoy, que es presidente del Gobierno las veinticuatro horas del día incluidos los días festivos, inexplicablemente, permanece desaparecido. ¿Dónde está Rajoy? Nadie lo sabe.

viernes, 11 de enero de 2013

El sol sale para todos




Lo de las oficinas de Farmacia en España es de libro. Por un lado, los empresarios de farmacias, en boca de Fernando Redondo, presidente de la Federación Empresarial de Farmacéuticos Españoles, señalan que “los que pretenden la desregulación anteponen las políticas de mercado a la protección de la salud”. Por otro, esos mismos empresarios  afirman que de aprobarse en el Congreso de los Diputados el anteproyecto de Ley de Gobierno de acabar con el monopolio de las farmacias en manos de unos pocos, primará el objetivo mercantil sobre el sanitario, siendo éste último el que en su opinión prima ahora. Opinión que respeto, pero que me parece absolutamente falsa. Según leo hoy en República.com, “el sector farmacéutico cuenta  con un baremo de puntuación que impide a cualquier licenciado establecer un negocio, ya que impera un sistema de puntos en el que salen favorecidos aquéllos que ya han sido titulares o lo son de un establecimiento. El sistema más extendido desde hace años provoca gran cantidad de traspasos de oficinas a un familiar o amigo y a continuación la apertura de una nueva farmacia. Lógicamente, los licenciados farmacéuticos y asalariados por cuenta ajena están a favor del cambio de normativa, pero los empresarios no están de acuerdo en perder estos privilegios”. Ahí les duele. Esos mismos empresarios dan la voz de alarma,  al señalar que, de aprobarse la Ley de Servicios Profesionales “, se pondrían en riesgo además la continuidad de 22.000 trabajadores autónomos y 60.000 puestos de trabajo directos”. Una alarma  a todas luces infundada y carente de sentido. Con la liberación de las oficinas de Farmacia trabajarían muchos farmacéuticos por cuenta propia que ahora no pueden hacerlo por el freno del actual baremo de puntuación antes señalado. Lo mismo que dicen ahora los “privilegiados” titulares de oficinas de farmacia, alarmando a la ciudadanía con un problema que no existe, podrían decirlo los abogados, los dentistas, los médicos con consulta en su domicilio y los vendedores de calzoncillos al detall. En España hay que terminar con las castas de ciertos profesionales si queremos hacer un Estado moderno y ajustado a Derecho. Lo cierto es que a los titulares de las oficinas de Farmacia les mueve el dinero por encima de todas las cosas. Son negocios con un gran margen de beneficios y  libertad de horarios incluso en festivos, en los que se expenden, además de fármacos con y sin receta médica (fórmulas magistrales se hacen pocas), desde cremas de belleza y colonias de imitación hasta leches maternizadas y ortopedias de todo tipo, todo ello a precio libre. A Fernando Redondo habría que recordarle que el sol sale para todos y que los “baremos de puntuación” son condicionantes y una reminiscencia de la época franquista, tal y como sucedía con las viudas de ciertos militares golpistas en relación con la concesión de los estancos.


jueves, 10 de enero de 2013

Un ministro tripero




El ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, es lo más parecido al recordado por los niños de hace unos años como monstruo de las galletas. En una entrevista concedida a RNE, este ministro, tripero donde los haya y sobre el que sin duda resulta más barato comprarle un traje de Hermenegildo Zegna que invitarle a comer, acaba de decir sin despeinarse una ceja que “veo un yogur en una nevera y ya puede poner la fecha que quiera que yo me lo voy a comer”. El monstruo de las galletas, si ustedes recuerdan, era un títere que aparecía en el programa infantil “Barrio Sésamo” diciendo aquello de “¡Yo querer galleta!”, “¡Yo comer galleta!” y “¡Aumm ñam ñiam ñiam ñiam!”. Pues bien, al ministro Arias Cañete ya le pudimos ver por televisión comiendo a dos carrillos un excelente entrecot de ternera, como si se tratase de una torrija, cuando más cundía la alarma social en España por causa de la  encefalopatía espongiforme bovina, más conocida como enfermedad de las vacas locas. Mientras el catedrático Badiola alertaba sobre los priones, el ministro Arias Cañete, que había sustituido a Jesús Posada, que ahora se dedica a domar a los leones de Ponzano, y que permaneció en Agricultura entre 2000 y 2004 durante el gobierno Aznar, se ponía como el Quico, o sea, metiendo en la oficina de las tripas solomillo de vacuno. No es la primera vez que este ministro hace declaraciones desafortunadas. Recuerdo cuando se quejó de que ya no quedaban “aquellos camareros maravillosos que teníamos, que le pedíamos un cortado, un nosequé, mi tostada con crema, la mía con manteca colorada, cerdo, y a mí uno de boquerones en vinagre y venían y te lo traían rápidamente y con una enorme eficacia”. Este ministro glotón trata ahora  de “quitar hierro” a la desesperante situación de las víctimas de esa tragedia humana que está significando para los españoles la crisis económica. Digo yo que sus declaraciones en la radio pública serán como un mensaje de esperanza dirigido a esa legión de menesterosos que rebusca comida en los cubos de basura de los supermercados. No importa comer yogures pasados de fecha. Sólo falta ya que otra ministra, Ana Mato, diga en los micrófonos que no tiene peligro alguno consumir medicamentos caducados, que curan y alivian de igual manera que los que están sin caducar. Hasta no hace mucho tiempo, esos fármacos de desecho se expedían al Tercer Mundo, como el contenido de las huchas del Domund.  No hace falta continuar con las remesas. El Tercer Mundo ya habita entre nosotros.

martes, 8 de enero de 2013

VIaje a ninguna parte



Foto del interior de un vagón del AVE en su inauguración  entre Barcelona y Figueras. Alrededor de una mesa que no se desplegó del todo, el Príncipe  frente a Artur Mas y Mariano Rajoy frente a la ministra de Fomento. Se trataba de acercar distancias entre territorios y, por qué no decirlo, entre el Gobierno central y la Generalidad de Cataluña. Los cuatro viajeros se miran como esos tahúres que intentan adivinar en el rostro del contrario las cartas. Ni una mueca ni un aspaviento ni un farol. Los cuatro viajeros se miran de reojo mientras el paisaje corre por la ventanilla a toda velocidad. Parece una versión moderna de “La Velada en Benicarló”, cuando en el año recién terminado se cumple el septuagésimo quinto aniversario de su creación por Manuel Azaña.  Benicarló era el lugar donde el presidente de la República se reunió muchas veces con Largo Caballero, al estar a mitad de camino entre residencia del presidente de la República en el barcelonés Palacio de Pedralbes (desde septiembre de 1936), y la del Gobierno de la República en Valencia (desde noviembre de ese año). En La Velada de Benicarló aparecen en escena once personajes: el doctor Lluch,  el abogado Claudio Marón, el socialista Pastrana,  el propagandista Barcala, el escritor Eliseo  Morales, el exministro Garcés, el diputado Miguel Rivera, el comandante de Infantería Blanchart,  el aviador Laredo, la actriz Paquita Vargas y un capitán. Se nota la ausencia de catalanistas, anarquistas y nacionalistas vascos. Entre los asistentes, todos buscaban al verdadero culpable de la tragedia que se cernía sobre la España de entonces. Ahora, 75 años después, los cuatro pasajeros del AVE, que tantas cosas deberían reprocharse, permanecen casi mudos, como ensimismados en un viaje interestelar, como tragados por un tremendo agujero negro. El paro sobrepasa los seis millones de ciudadanos; la subida del IVA incrementa la pobreza de todos; Rosell, presidente de la Patronal, insta al Gobierno a que se lleve a cabo otra reforma laboral más dura; los funcionarios están pagando los platos rotos de una banca catastrófica; y los pensionistas observan estupefactos cómo se hunde por la base la estafa piramidal de las pensiones. Pero los cuatro viajeros, que son autoridad, hacen mutis por el foro en ese viaje a ninguna parte. Ya lo decía Manolete: “Mejor se está sin decir ná”.

domingo, 6 de enero de 2013

Las cuatro "efes" del Gobierno




Cuenta hoy Joaquín Carbonell en El Periódico de Aragón que “vuelve la patria y el mensaje de las tres efes: Franco, Fútbol y Fabiola, los ejes sobre los que circulaban aquellos documentales de obligada proyección en los cines españoles. Siempre salía Franco, inaugurando algo, siempre salía el Madrid ganando alguna Copa de Europa y siempre salía Fabiola, la reina española de Bélgica, en misa comulgando”. Ciertamente, con la llegada de la Derecha al poder omnímodo de la gaviota en  España, con la supresión de la asignatura “Educación para la ciudadanía” y el despertar de un  nacional-catolicismo durmiente, ahora vivito, coleando y donde vergonzosamente se prima a los colegios concertados con la ayuda de un ministro, Wert, postrado mansamente a los pies del cardenal Rouco Varela, la televisión pública ha virado al color sepia de repente y se le ha añadido otra “efe” a las tres señaladas por Carbonell: la sustitución progresiva de serios corresponsales en plantilla de TVE, con méritos destacados y  a los que se les ha dado puerta, por advenedizos de la Agencia Efe, por mor ese talante privatizador que todo lo cubre de azul. Pues bien, en consecuencia, los telediarios han sufrido un serio revés en sus audiencias. Por si ello fuera poco,  no pasa día sin que repongan en pantalla edulcorantes películas de aquel cine rancio de la España cañí (iba a decir de la España hambrienta, pero hoy existe tanto hambre como entonces), deporte hasta en la sopa y un enaltecimiento de la figura del Rey hasta la grosería. Sólo queda, seguro que llegará, volver a crear en los pueblos esos espacios sociales llamados “tele-clubs” donde pueda reunirse a los vecinos a la caída de la tarde para ver “Marcelino, pan y vino” o una versión actualizada de “Crónicas de un pueblo”, aquella serie estrenada en 1971 con guión de Juan Farias y dirección de Antonio Mercero, en torno a un pueblo de Castilla,  Puebla Nueva del Rey Sancho, donde todos los vecinos eran protagonistas: el alcalde, el cura, el cabo de la Guardia Civil, el maestro, el alguacil, el cartero, el conductor del autobús, la boticaria y los niños de la escuela. Pero una serie, también, donde se metía entre col y col, lechuga; o sea,  se aprovechaba el tirón de la audiencia para adoctrinar a los televidentes con el Fuero de los Españoles.

sábado, 5 de enero de 2013

Oro, incienso y mirra




Toda moneda tiene dos caras. Una de ellas señala que esta noche llegarán los Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, cargados de ilusiones para los niños. La otra cara indica que no hay más cera que la que arde y que la caja que guarda el dinero de los Magos de Oriente tiene un serio agujero. En la “Collectanea”, documento anónimo del siglo VI, Melchor (“Melek”, que significa rey, y “Or”, que significa luz) es descrito como el viejo portador del oro, ese bien escaso que ahora falta en los hogares por la maldita crisis. Gaspar, corrupción del nombre Godaphar, es el mago encargado de incienso. Hoy cumple Juan Carlos I  setenta y cinco años. Ayer en la televisión pública y hoy en la prensa en general hemos podido comprobar cómo se ha derrochado el incienso de ese mago de Oriente a mayor gloria del monarca. No lo critico. Sólo lo constato. Nos queda Baltasar, que es otra forma corrupta de Belsazar, o sea, del nombre dado al profeta Daniel en Babilonia. A Baltasar también se le llamó en la antigüedad Betisarea y se le describía como el negro africano que portaba la mirra; o dicho de otra manera, esa batuta que Joseph Cusí  prometió hace dos semanas, en un encuentro privado, regalar a don Juan Carlos con motivo de su onomástica, según escribe hoy en La Vanguardia, “para que lleve el ‘tempo’ del país, marque las dinámicas de cada momento y resuelva las diferencias entre los músicos”. Difícil tarea.



viernes, 4 de enero de 2013

El tupé de Arias



La prensa sólo habla del tupé de Imanol Arias en las campanadas de la televisión del Estado. Resulta que a alguien se le ocurrió ponerle ese tupé para que estuviese un poco más a la altura física de Anne Igartiburu, ataviada para el acto con su majestuoso “Caprile”. A mi entender, a los hombres no habría que medirlos por su altura física ni por el tamaño de su pene, sino por su altura intelectual. En la tele, como en el cine, es fácil igualar a las parejas en elevación. Todo es cuestión de utilizar planos de media cintura y unas plataformas como las que le ponían a Alan Ladd, el de “Raíces profundas” (en ocasiones aparecía como Allan Ladd en los créditos), ya que sólo medía 1’65 metros de estatura. Eso de utilizar plataformas suele producir un gran efecto óptico, como lo prueba que en la antigüedad, en el teatro griego y más tarde en el romano, los protagonistas utilizaban los famosos coturnos, que no eran otra cosa que unos calzados altos con suela de corcho y sujetos por cintas de cuero. Los coturnos tenían la función de proporcionar altura al actor que representaba personajes nobles, elevándolo por encima del coro y equiparándolo a las grandes dimensiones de la máscara, siempre que se tratase de interpretar tragedias. Para la comedia, en cambio, se utilizaban los zuecos. Pero, vamos, que dar el coñazo televisivo poco antes de que se produzcan las doce campanadas en el carillón de la vieja Casa de Correos de la Puerta del Sol no tiene nada que ver con salir al proscenio para interpretar La Orestíada.

miércoles, 2 de enero de 2013

Los nuevos recaudadores



Veo en la prensa la foto de un cartel que los boticarios han colocado en todas las oficinas de Farmacia de la Villa y Corte. Cuenta que “la ley  8/2012 de la Comunidad de Madrid obliga al farmacéutico a recaudar la tasa de 1 euro por receta…etc.”. Se trata -tal y como señala el panfleto pegado al cristal- de una “información para pacientes de la  farmacia”. Para mí que aquellos que acuden a una farmacia no son “pacientes” sino clientes. Paciente, a mi entender, es la persona que recibe tratamiento médico o quirúrgico, respecto de su médico o cirujano. En las oficinas de Farmacia se despachan medicinas, pero también chupetes, lavativas y condones, por decir algo. Pues bien, la Comunidad de Madrid necesita recaudar y para ello utiliza como recaudadores de tasas a los licenciados en Farmacia con bata blanca y despacho abierto al público. No está mal. Por un lado recaudan mediante un “repago”, y por otro utilizan a los licenciados para que ejerzan de recaudadores para sus derroches comunitarios. Es decir, llega a la oficina de Farmacia un jubilado que antes no pagaba y ahora sí. Presenta su receta médica para que le sea facilitada una "amoxicilina". Y el boticario se asoma por la puerta de la rebotica, mira al cliente por encima  de sus gafas para ver de cerca de forma sospechosa y se vuelve a atrincherar en su rebotica para continuar leyendo el Abc, en evitación  de tener que recibir improperios del cliente. Deja el asunto en manos del  mancebo, que sabe más que Alexander Fleming y que para eso cobra. Éste abre un cajón alargado, saca el fármaco, le arranca una etiqueta dejándole un agujero en la cajita, lo envuelve y le dice muy serio al cliente: “son 6’35 más un euro”. El cliente se enfada y se acuerda de la madre del consejero  de Sanidad, Javier Fernánez-Lasquetty y del abuelo putativo del presidente del Colegio Oficial de Farmacéuticos, Alberto García Romero. De nada le sirve. Debe pagar si quiere llevarse la “amoxicilina” a casa. Ya más tranquilo, podrá leer tras el “telediario” el papelito con la posología y los posibles efectos secundarios, es decir, las reacciones de hipersensibilidad, las gastrointestinales, los efectos hepáticos, los efectos hematológicos y los efectos sobre el SNC, o sea, confusión, cambios de conducta, ansiedad, insomnio, vértigo, nerviosismo, diarrea intensa acompañada de calambres abdominales, erupciones exantemáticas, convulsiones… Al final el cliente comprenderá que lo de la tasa del euro por receta es lo menos malo que le puede suceder. Podrá hacer esa sabia reflexión después de la cena, cuando armado de valor se trague una gragea acompañada de medio vasito de agua.