miércoles, 2 de enero de 2013

Los nuevos recaudadores



Veo en la prensa la foto de un cartel que los boticarios han colocado en todas las oficinas de Farmacia de la Villa y Corte. Cuenta que “la ley  8/2012 de la Comunidad de Madrid obliga al farmacéutico a recaudar la tasa de 1 euro por receta…etc.”. Se trata -tal y como señala el panfleto pegado al cristal- de una “información para pacientes de la  farmacia”. Para mí que aquellos que acuden a una farmacia no son “pacientes” sino clientes. Paciente, a mi entender, es la persona que recibe tratamiento médico o quirúrgico, respecto de su médico o cirujano. En las oficinas de Farmacia se despachan medicinas, pero también chupetes, lavativas y condones, por decir algo. Pues bien, la Comunidad de Madrid necesita recaudar y para ello utiliza como recaudadores de tasas a los licenciados en Farmacia con bata blanca y despacho abierto al público. No está mal. Por un lado recaudan mediante un “repago”, y por otro utilizan a los licenciados para que ejerzan de recaudadores para sus derroches comunitarios. Es decir, llega a la oficina de Farmacia un jubilado que antes no pagaba y ahora sí. Presenta su receta médica para que le sea facilitada una "amoxicilina". Y el boticario se asoma por la puerta de la rebotica, mira al cliente por encima  de sus gafas para ver de cerca de forma sospechosa y se vuelve a atrincherar en su rebotica para continuar leyendo el Abc, en evitación  de tener que recibir improperios del cliente. Deja el asunto en manos del  mancebo, que sabe más que Alexander Fleming y que para eso cobra. Éste abre un cajón alargado, saca el fármaco, le arranca una etiqueta dejándole un agujero en la cajita, lo envuelve y le dice muy serio al cliente: “son 6’35 más un euro”. El cliente se enfada y se acuerda de la madre del consejero  de Sanidad, Javier Fernánez-Lasquetty y del abuelo putativo del presidente del Colegio Oficial de Farmacéuticos, Alberto García Romero. De nada le sirve. Debe pagar si quiere llevarse la “amoxicilina” a casa. Ya más tranquilo, podrá leer tras el “telediario” el papelito con la posología y los posibles efectos secundarios, es decir, las reacciones de hipersensibilidad, las gastrointestinales, los efectos hepáticos, los efectos hematológicos y los efectos sobre el SNC, o sea, confusión, cambios de conducta, ansiedad, insomnio, vértigo, nerviosismo, diarrea intensa acompañada de calambres abdominales, erupciones exantemáticas, convulsiones… Al final el cliente comprenderá que lo de la tasa del euro por receta es lo menos malo que le puede suceder. Podrá hacer esa sabia reflexión después de la cena, cuando armado de valor se trague una gragea acompañada de medio vasito de agua.

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