domingo, 3 de febrero de 2013

El carnaval de los pobres




No tengo nada en contra de los organizadores de una plataforma social que se llama Marea Naranja. Los tiempos son difíciles para muchas familias y ello se refleja en la campaña de protestas que el Consejo General de Trabajo Social está llevando a cabo frente a los recortes institucionales contemplados en la Ley de Dependencia. En señal de reproche se han confeccionado unas camisetas de color naranja para que puedan lucir los indignados por tales recortes. No cabe duda de que determinados colectivos sociales hacen bien en movilizarse y levantar la voz cuando ven amputados sus derechos. Lo que  no termino de entender es que tales movilizaciones ciudadanas deriven, como se pretende llevar a cabo en Zaragoza el próximo domingo, en una carnavalada de pésimo gusto. Una cosa es poner buena cara frente al mal tiempo y otra transformar en una charlotada lo que lleva camino de convertirse en una tragedia. El hecho de que ya existan en España casi dos millones de ciudadanos sin ingresos familiares es suficiente razón para que se evite cualquier asomo de demagogia chusquera. Hoy en el diario Heraldo de Aragón, bajo el título “¡A la sopa boba!”, Pedro Zapater recuerda a los lectores que hace un siglo Beneficencia repartía un caldo cocinado con restos de comida entre la gente más desfavorecida que acudía a La Caridad, en la calle Moret, a recibirla.  Se ilustra con una patética foto de posguerra. Lo que se pretende el próximo domingo es que los ciudadanos que así lo deseen puedan participar en una recreación de aquel reparto de bodrio en el mismo lugar. Gustavo García, responsable municipal de la Casa Amparo y del Albergue anima desde la página de ese diario a la participación colectiva marcando pautas: “los participantes llevarán vestuario de época e incluso circularán coches antiguos por la zona. Durante el reparto se entregará ‘El Noticiero’, un ejemplar similar a los que se editaban hace casi un siglo, con noticias sobre la situación de empobrecimiento que atraviesa Aragón y el deterioro de las ayudas sociales”. Sobre el “atrezzo” sugiere García que no se acuda disfrazado de pobre, sino con la estética de aquellos años”,  si se considera que aquellos zaragozanos “no eran mendigos, sino gente digna sin recursos”. En consecuencia, “hombres y mujeres harán cola por separado. Deberán traer un recipiente (lechera, cueceleches, cuenco o plato y cuchara) y una caritativa dama o una monja le servirá (sic) un plato de sopa y un mendrugo de pan duro. Se exige decencia en el vestir; pobres pero decentes. Las mujeres nada de pantalones; nada de colores llamativos ni prendas ajustadas; la falda un palmo al menos por debajo de la rodilla; y el pelo recogido. Los hombres con chaqueta y con la camisa abotonada hasta el último botón”. El funcionario Gustavo García, que tiene asegurada una paga cada fin de mes a cargo de los ciudadanos, debería procurar que el alcalde socialista Belloch incluyera una partida dentro de los Presupuestos Municipales para mitigar el dolor de muchas familias, en vez de perder el tiempo en payasadas populacheras.  En fin, visto lo visto, aquí ya sólo falta, como dejó escrito Cela, que bauticemos chinitos por giro postal.

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