miércoles, 3 de abril de 2013

Calatayud en la pluma del pintor Solana




El 26 de mayo de 1957, Camilo José Cela pronunciaba su discurso de ingreso en Real Academia Española de la Lengua. Acababa de cumplir 41 años. Aquel discurso, “La obra literaria del pintor Solana” fue respondido por Gregorio Marañón, de la misma manera que otros ingresos, como el de Torrente Ballester o el de José García Nieto (en verso) fueron respondidos por Cela. Pues bien, en su extenso discurso, Cela, al hacer referencia a la obra escrita de Gutiérrez Solana recuerda que éste nombra en varias ocasiones Calatayud y Terrer. Solana escribe Terrier. Así, Cela, al hacer referencia  a “Florencio Cornejo” cuenta que “En Terrer, poblacho del partido judicial de Calatayud, en el que ejerce de barbero el practicante Lorenzo Carmuesco, al describirnos el monumento de la degollación de los inocentes -que está en la iglesia de Santa María y es muy bárbaro y tiene mucha tragedia y crueldad – nos habla de un judío con barba cuadrada, [que] tiene unas faldas blancas como un valenciano y el pecho con vergonzosos pelos rizados como las mujeres”. En otro episodio de “La España negra” (1920) cuenta Cela: “Del rumbo SW silba el lebeche  -el lebeccio de los italianos y el llebetx o llebeig catalán -viento que levanta dolor de cabeza en los marineros –que lo escriben con ‘v’ y allá cada cual- y en algunos diccionarios, que lo hacen venir del SE. En la isla de Cabrera, que se ve, en las mañanas claras, desde mi casa de Palma de Mallorca, hay un morro Lebeche, cortado a pico sobre la mar, a cuyo pie se abre la Cava Blava, en cuyas aguas marinas, un pañuelo blanco se torna azul como la piedra que dicen aguamarina. En esta rosa que hoy pintamos, el lebeche, volando el primer cielo, nace en Santander y va a morir a Zamora después de haberse pateado Santoña y Medina del Campo, Valladolid y Segovia, Ávila y Oropesa, Tembleque y Palencia, Calatayud y Terrer”. Cela, que ocupó el sillón ‘Q’ hasta su muerte, recordaba en aquel discurso de ingreso que “Solana, cuando el 24 de junio de 1945 bajó al sepulcro, nos había dado, envueltos en prolija anécdota y arropados en su negra nube fabulosa, seis ejemplares y breves libros:  los dos volúmenes de “Madrid (Escenas y costumbres)”, “La España negra”, “Madrid callejero”, “Dos pueblos de Castilla” y “Florencio Cornejo”.

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