sábado, 20 de abril de 2013

Distintas varas de medir





A riesgo de ser tachado de “comecuras”, hoy  debería hacer referencia al nuevo obispo de Orihuela-Alicante, Jesús Murgui, al justificar desde ese Obispado que el cura párroco de Monforte del Cid (Alicante) se haya negado a dar la comunión a una niña de siete años por el hecho de padecer el síndrome de Lennox-Gastaut, que se caracteriza por tener convulsiones epilépticas frecuentes y que a veces se acompaña con problemas de conducta y del aprendizaje, pérdida de memoria y alteraciones de movimientos. Pues bien, el Obispado de Orihuela-Alicante “justifica” la decisión de ese cura, que no permite que la niña asista a la catequesis y haga la comunión,  señalando que “no es una manía del sacerdote sino que responde a la normativa de la Iglesia, que requiere que los niños comprendan el sentido de este sacramento”. ¿Acaso un recién nacido comprende el sentido del sacramento del bautismo? Bueno, se responderá, sin duda, que el sacramento recibido es válido porque la falta de intención queda suplida por la intención de la Iglesia representada por quiénes actúan en su nombre, es decir, padres o padrinos. Sin embargo, a la niña de Monforte del Cid no se le permite recibir el sacramento de la comunión aunque sus posibles carencias, en el supuesto de que las tenga, puedan estar representadas por la noble intención de su madre. ¿Alguien lo entiende? Si consideramos que “los sacramentos (res sacrans) no actúan en virtud de la justicia del hombre que los da o que los recibe, sino por el poder de Dios” (S. Tomás de A., STh 3, 68,8), el Obispado de Orihuela-Alicante debería reflexionar sobre sus peregrinas consideraciones. Los sacramentos -que se entere Jesús Murgui- obran “ex opere operato” (Concilio  de Trento) por el hecho mismo de que la acción es realizada, es decir, en virtud de la obra salvadora de Cristo. Así de simple.

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