A riesgo de ser tachado de
“comecuras”, hoy debería hacer
referencia al nuevo obispo de Orihuela-Alicante, Jesús Murgui, al justificar
desde ese Obispado que el cura párroco de Monforte del Cid (Alicante) se haya
negado a dar la comunión a una niña de siete años por el hecho de padecer el
síndrome de Lennox-Gastaut, que se caracteriza por tener convulsiones
epilépticas frecuentes y que a veces se acompaña con problemas de conducta y
del aprendizaje, pérdida de memoria y alteraciones de movimientos. Pues bien,
el Obispado de Orihuela-Alicante “justifica” la decisión de ese cura, que no
permite que la niña asista a la catequesis y haga la comunión, señalando que “no es una manía del sacerdote
sino que responde a la normativa de la Iglesia, que requiere que los niños comprendan el
sentido de este sacramento”. ¿Acaso un recién nacido comprende el sentido del
sacramento del bautismo? Bueno, se responderá, sin duda, que el sacramento
recibido es válido porque la falta de intención queda suplida por la intención
de la Iglesia
representada por quiénes actúan en su nombre, es decir, padres o padrinos. Sin
embargo, a la niña de Monforte del Cid no se le permite recibir el sacramento
de la comunión aunque sus posibles carencias, en el supuesto de que las tenga,
puedan estar representadas por la noble intención de su madre. ¿Alguien lo
entiende? Si consideramos que “los sacramentos (res sacrans) no actúan en
virtud de la justicia del hombre que los da o que los recibe, sino por el poder
de Dios” (S. Tomás de A., STh 3, 68,8), el Obispado de Orihuela-Alicante
debería reflexionar sobre sus peregrinas consideraciones. Los sacramentos -que se
entere Jesús Murgui- obran “ex opere operato” (Concilio de Trento) por el hecho mismo de que la
acción es realizada, es decir, en virtud de la obra salvadora de Cristo. Así de
simple.
No hay comentarios:
Publicar un comentario