sábado, 20 de abril de 2013

Los puntos sobre las íes




Me parece un delito el envío de paquetes-bomba dentro de consoladores tanto al arzobispo de Pamplona-Tudela como al director de un colegio de los “Legionarios de Cristo” en Madrid. Se puede estar en desacuerdo con el proceder de determinados obispos y así lo he manifestado en mis dos últimos trabajos de opinión. Así, ayer,  cuestionaba lo que el obispo de Alcalá de Henares entiende como “contubernio” entre determinados organismos (ONU, UNESCO, Banco Mundial, etcétera) para reducir la población mundial con el extendido uso del aborto y su legalización por ley en determinados casos. Y hoy me he visto en la obligación de volver a la carga al sentirme indignado con Jesús Murgui, obispo de Orihuela-Alicante, por “justificar” desde el Obispado que el cura-párroco de Monforte del Cid (Alicante)  no permita asistir a la catequesis ni desee administrarle su primera comunión a una niña  de esa localidad por el hecho de sufrir el síndrome de Lennox-Gastaut, al no comprender la niña, según entiende el Obispado, el sentido de recibir ese sacramento. Ambas posturas, la de Reig Pla y la de Murgui, se me antojan fuera de lugar en un Estado de Derecho: la del obispo de Alcalá de Henares por ver gigantes donde sólo hay molinos de viento; y la del Obispado de Orihuela-Alicante por discriminatoria y absurda. Pues bien, ello no quiere decir que no deba respetar al arzobispo de Pamplona-Tudela, Francisco Pérez González. Me parece una indignidad que un grupúsculo de descerebrados anarquistas cometan tales vilezas. Por cierto, el paquete que iba dirigido al docente le explosionó a una empleada de Correos y le causó heridas. Ni estamos en los tiempos de Mateo Morral ni deseo mal alguno como consecuencia de actuaciones incontroladas de grupos agitadores. El Estado merece respeto. La Iglesia, también. Y al Gobierno lo pueden cambiar los ciudadanos, cuando así lo deseen, por medio de  las urnas.

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