A un ciudadano extranjero se le
suelen hacer varias preguntas cuando éste solicita la nacionalidad española,
para conocer si el aspirante está integrado en nuestra sociedad. Y para
demostrar las aptitudes del aspirante, en el Registro Civil de Almería le
hicieron rellenar un cuestionario al senegalés Magou Ndoye, cuando todavía era presidente del Gobierno José Luis Rodríguez
Zapatero. Y hace poco, el pasado 28 de enero, le comunicaron a don Magou que no
podían concederle la nacionalidad solicitada por falta de conocimientos de
cultura general sobre España, entre otras cosas por desconocer el nombre de la
mujer de Rodríguez Zapatero. A mí me gustaría saber si la funcionaria en cuestión
tiene idea sobre quién es Macky Sall, o cómo se llama la esposa del actual jefe
del Estado de la República
de Senegal. No entiendo que sea de
cultura general conocer de buena tinta el nombre de la mujer de Zapatero, o de
la mujer de Rajoy. La cosa se hubiera complicado aún más si la funcionaria le
hubiese preguntado por el nombre de la mujer de Felipe González, que ya va por
la segunda. Pero el pobre Magou no supo contestar el nombre de Sonsoles
Espinosa, por la sencilla razón de que la venta ambulante no le permitió nunca
asistir a los conciertos del Teatro Real, donde Sonsoles actuaba de soprano
sustituta ni la vio tampoco actuando en el coro de RTVE en calidad de
enchufada. Sonsoles Espinosa es una
señora magra de carnes y de pelo corto
que se dejó ver poco fuera del Palacio de la Moncloa en el tiempo que estuvo de inquilina. La
pudieron ver más de cerca los ingleses, cada vez que esa señora tomaba un avión
para ir de compras a Londres con la misma frecuencia con la que yo me acerco a
la tienda de la esquina para comprar un poco de escabeche para el bocadillo.
Ahora, la Audiencia
Nacional ha admitido a trámite el recurso interpuesto por don
Magou (un recurso que le ha costado 568 euros además de unas tasas judiciales
de otros 400) y ha emplazando al ministro de Justicia a dar ciertas
explicaciones. A mi entender, a Magou Ndoye deberían concederle la nacionalidad
española de inmediato. Pretender ser español en estos tiempos requiere tener
más moral que el Alcoyano. A las Instituciones se les debe exigir que sean
ecuánimes en sus procedimientos y, además, que no hagan el ridículo.
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