El obispo de Alcalá de Henares,
Juan Antonio Reig Pla, debería hacérselo mirar. Para mí que necesita la ayuda
de un psiquiatra. Entender, como entiende, que existe un contubernio entre
universidades, partidos políticos, la
ONU, la UNESCO,
el Banco Mundial, determinadas oenegés y un largo rabo de entidades para
reducir la población mundial, o sea, para que existan menos habitantes “del
mundo al otro confín”, como cantaba un
diablillo en aquel relato que de niño
escuchaba por la radio llamado “El enano saltarín”, parece, por decirlo de una
forma suave, una ocurrencia inquietante. El obispo de Alcalá de Henares debería
saber que, al menos sobre el papel, los que menos población mundial generan son
los clérigos y las monjas, al permanecer célibes (canon 33) desde el Concilio de Elvira, lugar
cercano a Granada en el que se reunieron obispos y sacerdotes de distintas
partes de España en el primer decenio del siglo IV. No entraré al trapo en el tema del aborto, e
ignoro si derogar la ley que lo
contempla en determinados casos “es una verdadera barbaridad”, como él señala,
o se ajusta a Derecho, como yo entiendo. Sobre esa delicada cuestión, si acaso,
habría que pedir opinión a las mujeres, dueñas de su cuerpo. Pero, al hilo de
ese asunto, me gustaría que este obsesionado obispo se ocupara, con el mismo
énfasis que pone cuando hace referencia a la homosexualidad y al aborto, al feo
asusto de la pederastia en la Iglesia
Católica, o sea, a esos delitos sexuales del clero contra
menores que constituye un auténtico delito tipificado en el Código Penal; y, en
demasiadas ocasiones encubierto por determinados obispos que permanecieron
sordos, mudos y ciegos hasta justo la llegada al papado de Joseph
Ratzinger. Al obispo de Alcalá de Henares le diría más: de entre los
cardenales reunidos en el último cónclave para elegir al Papa Francisco I, doce
de ellos estaban relacionados de alguna manera con abusos a menores, al mirar
con indolencia, omisión o franca protección hacia los sacerdotes involucrados,
si hacemos caso a la lista que la
Red de Supervivientes de Personas que sufrieron Abusos por Sacerdotes
(SNAP) dio a conocer en los días previos al cónclave: Oscar Rodríguez Maradiaga, de Honduras,
Timothy Dolan, Donald Wuerl y Sean O’Malley (de Nueva York, Washington y
Boston, respectivamente), el argentino Leonardo Sandri, Ángelo Scola (Milán),
Tarcisio Bertone, George Pell (Australia), Dominik Duka (República Checa), Marc
Ouellet (Canadá), Peter Turkson (Ghana) y el mexicano Norberto Rivera. Juan
Antonio Reig Pla, ese obispo alcalaíno
que se la coge con papel de fumar, no puede ignorar la existencia de
perversiones tan conocidas como las del fundador de los Legionarios de Cristo,
el mexicano Marcial Maciel, o las de Fernando Karadima, cuyos delitos han quedado impunes. Podría
darle más datos vergonzosos a ese obispo, pero ya me canso de escuchar a tanto
fariseo suelto que, para más inri, cobra de los Presupuestos Generales del
Estado merced a un Concordato que sería conveniente revisar.
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