Cuando aparecieron por primera vez en España las ollas a
presión, una determinada marca comercial se anunciaba bajo el slogan “jamás
puede explotar”. Por cierto, lo que terminó explosionando fue la marca
comercial, que en septiembre de 2008 fue declarada en concurso de acreedores y
cuya plantilla, en los primeros días de este
año, se concentraba ante la sede de Derio (Vizcaya) para expresar su
malestar por el cierre de esa factoría. Pocos días antes, el 11 de diciembre de
2012, el Tribunal de Justicia de la
UE condenaba a España a pagar una multa de 20 millones de
euros por no haber recuperado las ayudas ilegales concedidas dos décadas atrás a la empresa Indosa, filial
de Magefesa, entonces dividida en cuatro sociedades: Indosa (País Vasco), Migsa
(Andalucía), Cunosa y Gursa (Cantabria). De la misma manera, en los primeros
días del pasado mes de enero un juez decidía que la planta de Derio debía ser
precintada. El caso partía de atrás, de finales de 1989. Siete años después,
como no podía ser de otro modo, las filiales de la empresa en Andalucía y
Cantabria habían devuelto los subsidios. Pero Indosa, no. ¡Chulo que es uno!
Curiosamente, en 1976, el Rey había entregado a Magefesa el Premio Empresa
Modelo. Una empresa que bajo el nombre de Manufacturas Generales de Ferretería,
S.A. se había gestado en 1948 gracias al esfuerzo de Víctor Picó y de otras dieciocho
personas en Algorta y que por su buen hacer llegó a tener 8 fábricas y casi
4.000 empleados en plantilla. Pero, ¿por qué cuento yo ahora todo eso? Pues,
sencillamente por asociación de ideas, o sea, porque acabo de leer en
“Vozpópuli” un artículo espléndido de Alejandro Vara titulado “¿Por qué España no explota?”. Vara comenta
que esa es la pregunta que se hacía “Le Monde”: “¿Cómo es posible que España no
explote con una tasa de desempleo del 27,16 por ciento? Cifra estremecedora, devastadora
como dicen ahora los adjetivadores de la nada. Aterradora. Un país en el que 16 millones de personas
trabajan para otros 15 millones (desempleados, clases pasivas)
y para más tres
millones de empleados públicos, resulta inviable”. “La respuesta que expertos, sociólogos,
economistas y demás oteadores de lo cotidiano ofrecen al rotativo galo –añade
Alejandro Vara- es que si España no se ha hundido ya es merced a la estrecha
red de apoyo familiar y a la economía sumergida, en crecimiento constante
alegremente impulsada por la desaforada carga fiscal de nuestro Gobierno”. En
fín, el artículo es largo y recomiendo su lectura. Al final, en “El Varómetro”
(sic), que debe ser un medidor que toma como referencia una determinada
longitud de vara de avellano, señala: “Sólo los malos datos de la EPA nos recuerdan la gestión
no tan eficaz de Luisa Fernanda Rudi. ¿Qué pasa en Aragón?”. ¡Eso quisiera
yo saber! Como de costumbre, mutis por el foro.
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