lunes, 6 de mayo de 2013

La tijera



Felipe González dice ahora que sobran las provincias y que ningún país europeo tiene cuatro niveles de administración. Bueno, pues que las quiten de una maldita vez y así, de paso, desaparecerán ayuntamientos y diputaciones provinciales. Y ya puestos a suprimir, que  supriman esas comarcas provinciales de nuevo cuño para colocar a  amiguetes, las delegaciones del Gobierno, recaudadoras de multas a tutiplén y las empresas ruinosas donde se inyecta capital público. Además, que privaticen la Renfe, que desaparezcan asesores de no sabemos qué, coches oficiales hasta el nivel de secretario de Estado, bandas de música militares, televisiones regionales que cuestan un Congo,  el Senado por su falta de eficacia, la mitad de los ujieres del Congreso, la guardia real, las policías autonómicas, que se revisen los acuerdos Iglesia-Estado de 1979, etcétera, etcétera. Adelgazar la Administración es necesario en un país que hace aguas y donde a muchos ciudadanos ya se les clarea la raspa. Cuenta Pablo Sebastián que “hace falta dinero en ayudas e inversión pública y que circule el crédito hacia las empresas” y “en la Zarzuela –como también cuenta José Oneto- se pretende relanzar el papel moderador de la Corona para propiciar pactos, acuerdos y consensos en unos momentos en que todas las Instituciones políticas, incluida la Jefatura del Estado, están en crisis. (…) Pero el Rey, que heredó todos los poderes del general Franco y que, con la Constitución de 1978, renunció a todos esos poderes, tiene muy limitadas sus funciones”. Entonces, ¿para qué sirve en la praxis el artículo 56 de la Constitución? Que alguien me lo explique para que lo pueda entender. La Monarquía pasa por malos momentos en las encuestas (el CIS la rebajó a un suspenso del 3,68 %) y desde la Zarzuela se pretende hacer algo para corregir esa tendencia, aunque no se sabe muy bien  qué. La última versión de Mogambo, con Corinna a lo Grace Kelly -léase Bostsuana- algo ha tenido que ver con esa tendencia a la baja en las encuestas. Ya no sirven ni los fomentos ni las cataplasmas ni las sanguijuelas de Margarito Cormán, practicante de Saviñán, que eran las mejores de España, y así se anunciaban en el periódico “La Derecha”, que editaba Manuel Joven Gascón en la última década del s.XIX.

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