martes, 25 de junio de 2013

Luces de indecencia




José Manuel Nieves, que es periodista y responsable de la sección de ciencia y tecnología del diario ABC cuenta que la Península Ibérica se “tragará” el Atlántico dentro de 220 millones de años; es decir, que dentro de nada podremos ir en bicicleta desde la Fuente del Gallo de Orihuela del Tremedal, que es un pueblo de Teruel donde Franco desterró a más de un político, hasta el Gran Cañón del Colorado o hasta Las Vegas sin el Océano de por medio. Las placas tectónicas se mueven como la nata sobre la leche y dentro de 220 millones de años, digo, 220 millones de años no es nada, Europa y América serán un solo continente y podremos mezclar churras con merinas sin que haga aspavientos el ministro Montoro, que se ríe hasta de su sombra. Estamos asistiendo al nacimiento de una zona de subducción que no te quiero contar. Es como cuando el pez gordo se come al chico, o como cuando los ordenadores de la Agencia Tributaria no detectan los documentos de identidad de los primeros cien números y, en consecuencia, no se pueden practicar declaraciones paralelas para comprobar si es cierto lo que escrituraron trece notarios y asentaron trece registradores de la Propiedad respecto a determinadas compraventas. La Agencia Tributaria, que se nos come por los pies, como parece ser que sucederá con Andrómeda cuando succione a la Vía Láctea dentro de unos pocos  miles de millones de años, tiene sus agujeros negros y nadie sabe aún lo que pasa dentro de ellos. Tanto es así que, cuando el ministro de Hacienda trata de explicarlo, lo complica hasta límites sorprendentes. Galicia y Portugal cerrarán el Océano como Santiago Matamoros cerró España con aquella arenga medieval en la Batalla de las Navas de Tolosa, en la provincia de Jaén, y que está en contraposición con el “Santiago y abre España, a la libertad y el progreso” que gritaba el feo, burlesco y chepudo Dorio de Gádex en “Luces de Bohemia”. En este espejo cóncavo en el que nos miramos los españoles mientras hacemos aspavientos, observamos una televisión en la que aparece todo un teatro de títeres tratando de quitarle importancia a lo importante, a lo que nos afecta de lleno. Y hasta nos asusta que dentro de 220 millones de años la Tragantúa Europa se coma a la imponente América con patatas fritas. Cada día que pasa, los españoles nos parecemos más al asustadizo perrillo de Max Estrella. Pero todos nuestros espantos se disipan cada vez que gana nuestro equipo de fútbol un partido de liga. Es como si los barruntos de tormenta y de granizada gorda desaparecieran de repente por el hecho de encomendarnos con fervor al Guerrero del Antifaz o al Capitán Trueno.

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