sábado, 1 de junio de 2013

San Ignacio de Calatayud




Hoy celebra Calatayud la fiesta en honor de su santo patrono. A san Íñigo, fraile benedictino, lo pintó Francisco de Goya cuando sólo tenía 17 años en la iglesia de San Juan El Real. A san Íñigo, bilbilitano de nación, fue a buscarlo el rey navarro Sancho III el Mayor a las montañas de Tobed para que fuese abad del Monasterio de Oña y años más tarde administraría la unción a su hijo García Sánchez III, rey de Pamplona, cuando éste fue herido de muerte en la Batalla de Atapuerca el 15 de septiembre de 1054. El nombre de Íñigo equivale al de Ignacio. De hecho, Iñigo López de Recalde fue el verdadero nombre de san Ignacio de Loyola. Calatayud conserva su memoria en torno al Monasterio de San Benito y de acuerdo con los datos  aportados por José María Sánchez Molledo, “se documenta una cofradía en 1387. Sánchez Molledo comenta al respecto que “el Síndico de Calatayud en la Corte concibe la idea en 1595 de solicitar del Monasterio de Oña una reliquia del santo para Calatayud. Propuesta la idea al Concejo bilbilitano, se aplaza su ejecución hasta el año 1598 en el que ocurren varios acontecimientos: el 18 de enero se ‘redescubre’ el sepulcro del santo y sus restos son colocados en una urna de plata que se conserva en la actualidad. Miguel Martínez del Villar, natural de Munébrega, doctor en Derechos (sic) y Asesor del Santo Oficio en el Arcedianado de Calatayud,  publica el ‘Tratado del Patronado de Calatayud’, quien en la décima parte que lleva por título ‘Ilustres varones de la ciudad y Comunidad de Calatayud’, incluye una breve biografía de san Ignacio, para el que recuerda su nacimiento en Calatayud. En ese mismo año el Concejo de Calatayud envía una embajada de la que forman parte Gerónimo López de Sisamón, Jurado Preheminente y Fray Millán Brondat, de la Orden de Predicadores, para pedir formalmente al convento de Oña una reliquia del santo para la ciudad de Calatayud, por ser su lugar de nacimiento.  La embajada dio fruto, y les fue concedida una ‘canilla’ del brazo, que fue depositada en la Colegiata de Santa María”. José María Sánchez y Lorenzo de la Mata aportan muchos más datos, todos muy valiosos e interesantes, sobre la figura de este santo patrón de Calatayud, que lo es junto a la Virgen de la Peña. En su honor existe la conocida como Punta de San Íñigo en la Sierra de Vicort, dentro del Sistema Ibérico, que tiene una altura de 1185 metros y limita por un lado con la Peña Cabrón, que a su vez limita con la Sierra del Espigar y con la Peña del Acivillo, de la cual les separa el Collado de  Valdeolivo. Ese lugar es un magnífico mirador sobre los valles de los ríos Grío y Perejiles, las sierras de Modorra y Espigar y el pueblo de Codos. Valeriano Ordóñez, al hacer referencia a san Iñigo, escribe que “su popular taumatúrgica se siguió durante  los siglos de la Reconquista, cuando todas las familias nobles imponían a alguno de sus hijos el nombre del Abad de Oña;  y un autor de fines del siglo XVI le llama San Ignacio de Calatayud”. Fue canonizado por Alejandro IV en 1259. Es viejo monasterio benedictino de Calatayud fue derribado y en su solar se ha levantado el “Hotel Monasterio Benedictino”, de la cadena Husa. Sólo queda en pie la iglesia de san Benito, del siglo XVI, de un extraño arte “barroco-mudéjar”. También, de san Íñigo existe un retablo barroco de madera tallada en uno de los laterales de la iglesia de San Pedro de los Francos, obra de Jaime Viñola. En diciembre pasado comenzó su restauración.

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