domingo, 21 de julio de 2013

Yo, señor, no soy malo...




Cada uno tiene sus debilidades, todas ellas dignas de ser respetadas. Una de ellas, en lo que a mí respecta, es poder leer con sosiego los artículos de Rufo Gamazo Rico en “La Opinión. Correo de Zamora”. Siempre aprendo algo de lo que él escribe. Rufo Gamazo es un periodista que, pese a ser octogenario, conserva una gran memoria. Y “Don Puro”, como así firmaba sus artículos siendo soldado en el Regimiento de Infantería Toledo número 35, en Zamora, me sorprende hoy en ese diario zamorano con su artículo “De orden del señor alcalde”, donde cuenta cuando en los años 50 a un gobernador civil le dio por visitar apartados pueblos castellanos. Cuenta Gamazo: “En uno de ellos, al presentarle al alcalde le informaron de que aquel servidor del pueblo llevaba treinta años empuñando la vara. El poncio bromeó: Así que alcalde con la Monarquía, la República y con el Régimen: ¡Cuánto ha cambiado usted! El alcalde replicó: Yo, no; ustedes han cambiado”. A Rufo Gamazo Rico le nombraron en 1953 director de “El Día”, de Santa Cruz de Tenerife, y fue allí donde conoció a Carlos Arias Navarro,  entonces gobernador civil de esa provincia canaria y que más tarde lo sería de Navarra, donde permaneció hasta 1957, año en el que fue nombrado director general de Seguridad y mano derecha de Camilo Alonso Vega. Pues bien, Rufo Gamazo sería asesor personal de Arias Navarro en la Dirección General de Seguridad, en el Ayuntamiento de Madrid, en el Ministerio de la Gobernación y en la Presidencia del Gobierno. En suma, Rufo Gamazo fue un hombre de su tiempo, como aquel alcalde del apartado pueblo castellano. ¿Qué podemos reprocharle? Cuarenta años bajo el zapato del nacional-catolicismo es mucho tiempo en la existencia de los españoles y engloba toda una vida en el campo laboral. Rufo Gamazo, de haber escrito sus memorias, podría haber comenzado como el  capítulo I de “La familia de Pascual Duarte”: “Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuéramos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte”. Rufo Gamazo escribe bien y eso le salva.



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