miércoles, 14 de agosto de 2013

El parapente



Leo en ABC que “un parapentista cae en pleno vuelo en la zona de Alcaudete”. Lo cierto es que ha tenido suerte, sólo se ha dañado las dos piernas. No sé, para mí que eso de viajar en parapente con la naturalidad de que lo hicieras montado en bicicleta o en un cortacésped me produce escalofríos. Lo normal, tratándose de Alcaudete, es que aterrices sobre un olivo y que  la frondosidad del bajito árbol de la familia de las oleáceas amortigüe el golpe, salvo que el árbol en cuestión, también de la misma familia, sea un acebuche, que es una especie de olivo con espinas en sus ramas. Los planeadores requieren su técnica para ser manejados, si se tienen en cuenta las turbulencias y las cizalladuras en sus inesperados plegamientos, capaces de hacer caer en barrena al aviador. En mi pueblo hubo un tipo, Juan Pollastre de Gambito, que dijo haber inventado lo que él denominó como “planeabú”, a base de lonas, tirantes de persiana y cañas bambúes. Y aprovechó para hacer creíble su invento las fiestas patronales, que eran el 14 de agosto, día en el que la Iglesia celebra su festividad en honor de San Maximiliano Kolbe, un franciscano polaco asesinado por los nazis en Auschwitz en 1941. Antes la fiesta patronal era otra, o sea, la dedicada a San Demetrio, el procónsul romano convertido al cristianismo y que su fe le llevó al martirio en el siglo IV. San Demetrio también se celebraba por tradición cada 14 de agosto, hasta el día en el que llegó al pueblo un nuevo cura ecónomo que había estado de capellán castrense en Rusia, en la 250 División, y prefirió cambiar de santo sin modificar la fiesta religiosa ni alterar los festejos profanos. El obispo de la Diócesis de Tarazona, que entonces lo era don Manuel Hurtado y García, no puso objeción alguna a tal mudanza de patrono. Pero las fantasías aeronáuticas de Juan Pollastre de Gambito se trocaron en desventura frente a un vecindario que le lanzaba aclamaciones de ánimo desde la plaza del Consistorio. A Juan Pollastre de Gambito no le faltó valor ni deseos de agradar pero, al saltar del balcón, un tirante de persiana se quedó enganchado a uno de los barrotes, que servía de soporte a la carcasa lanzadera de cohetes y  petardos lanza-confeti. Le tuvieron que coser el escroto en una enfermería de Calatayud con hilo color maleta, a base de pespuntes de punto atrás y puntadas de dobladillo y de frunce. Lo del parapentista de Alcaudete es otra cosa. Pegársela en la ladera norte del Monte Morrón tiene tela. El nombrecito lo dice todo, ya que “morrón” en el lenguaje coloquial equivale a porrazo; aunque, ya se sabe,  sarna con gusto no pica.

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