miércoles, 4 de septiembre de 2013

Mi Buenos Aires querido...




Cuenta la prensa que 50 de los 98 miembros del COI respaldan a Madrid 2020. Conocido este extraño dato, me viene a la cabeza el conde de Romanones. Susana Fortes comentaba en El País (25/03/07/) lo siguiente: “Cuentan las crónicas que siendo el conde de Romanones nada menos que primer ministro de su majestad Alfonso XIII, se dejó tentar por la vanidad de ser nombrado académico de la Lengua. (…) Lo malo era que había que trabajarse los votos de los académicos uno a uno, algo que para un presidente del gobierno no dejaba de ser humillante. (…) Aún así don Álvaro cumplió con el Vía Crucis de ir casa por casa y consiguió arrancarles el compromiso del voto. Pero la Restauración era una época enloquecida donde los gobiernos caían antes de llegar a cumplir su mandato y en medio de aquella vorágine el conde de Romanones pasó a ocupar el banco de la oposición, sin abandonar por ello sus ínfulas intelectuales. Su ingreso en la Real Academia se decidió una tarde mientras él asistía en el Congreso a un debate rutinario, al que no debió prestar mucha atención, pendiente como estaba, con el alma en vilo, de los académicos. Pero antes de que acabara la sesión parlamentaria, se le acercó un ujier con el rostro cariacontecido: ‘¿Qué ha pasado?’, le preguntó. ‘Señor conde, no ha tenido usted ni un solo voto’. Fue entonces cuando el político se atusó los bigotes y acordándose, supongo, de las madres de todos los académicos, pronunció aquello de: --¡Joder, qué tropa...!”. Pues bien, la Asamblea del Comité Olímpico Internacional  está formada por 103 miembros, tras la baja reciente y voluntaria del Rey Guillermo. A los 50 habría que tener en cuenta el voto favorable del juez egipcio el general Mounir Sabet. Y por Buenos Aires circulan los Príncipes de Asturias, Ana Botella y un rabo de acompañantes dispuestos a imitar don Álvaro de Figueroa. Pero España es un  país en ruina y no sé si los Juegos Olímpicos de 2020 son la solución a nuestros padecimientos, como así lo entiende Botella, a la que le sucede como al abejorro. Está demostrado científicamente que el abejorro no puede volar. Es así porque la superficie de sustentación de las alas es muy pequeña en comparación con la superficie del abejorro y, sobre todo, porque no se cumple el operador de Joukovski para el perfil aerodinámico. Pero como el abejorro no sabe eso, resulta que vuela. Botella, como el abejorro, “subió a los altares” de la Alcaldía de Madrid por deserción del actual ministro de Justicia, que no por méritos propios. Tampoco tiene perfil aerodinámico para el manejo de la Capital de España y, a pesar de ello, ¡ahí la tienen!, volando como una mosca cojonera sobre el arco del triunfo de la Asamblea del COI. Como en el tango de Gardel: “Mi Buenos Aires querido / cuando yo te vuelva a ver / no habrá más pena y olvido”. Botella, hoy, como la marquesa de Bombay, ayer, constituyen el giraldillo que remata una tarta de merengue demasiado pringosa, o al menos a mí así me lo parece.



No hay comentarios: