jueves, 19 de septiembre de 2013

Navíos reales





La imagen que nos ofrece el Diario de Cádiz de la Reina, con motivo de la entrega de la Bandera de Combate al navío “Juan Carlos I” en el muelle gaditano, es una imagen de soledad por mucho que la Reina estuviese arropada por el ministro de Defensa y el jefe del Estado Mayor de la Armada. Es tradición en la Armada asignar con el nombre del monarca reinante uno de sus barcos de guerra, tradición que se cumple aunque no siempre, desde la llegada a España del primer Borbón, Felipe V, en 1700. “De entonces a  ahora, como bien nos recuerda hoy Diario de Cádiz, le han precedido los navíos Real Felipe, construido en los astilleros de Guarnizo (Santander) en 1732, el Real Carlos,  en los astilleros de La Habana en 1787; el Fernando VII, botado en Ferrol en 1791 [aquí hay un error], el  Isabel II, en La Carraca en 1892, el crucero Alfonso XII, realizado en los astilleros de Ferrol en 1892, el acorazado Alfonso XIII en 1913 y  ahora el buque de proyección estratégica LHD Juan Carlos I”. Y quiero aprovechar  la información de Diario de Cádiz para recordar que el “Real Príncipe” fue el primer navío español con tres puentes,  desplazaba 1965 toneladas y poseía 114 cañones. Tras duras batallas fue desguazado en Cartagena en 1750. El navío “Real Carlos”, en honor de Carlos IV, fue botado el 4 de noviembre de 1787. El 8 de abril de 1799 zarpó de Ferrol una escuadra compuesta por el "Real Carlos",  "Argonauta",  "Monarca",  "San Agustín",  "Castilla", además de dos fragatas y un bergantín.  Llevaba 2.000 soldados de tropa de desembarco al mando del general Ricardo O'Farril. El objetivo de esta escuadra era reunirse con otra francesa y desembarcar en Irlanda para promover una rebelión de los irlandeses contra los ingleses.  El 2 de julio, los británicos realizaron un ataque a los buques españoles con una escuadra al mando del contralmirante Berkeley. En 1800 participó en la batalla de Brión En 1801, y en aguas del Estrecho, participó en el rescate de la escuadra francesa que previamente había combatido contra los británicos en Algeciras. El “Real Carlos” navegaba con otros buques españoles en dos líneas paralelas cuando, de noche, el navío británico “Superb” de 74, que navegaba sin luces, disparó al “Real Carlos”, alcanzando varios tiros al “Hermenegildo” que navegaba a babor del “Real Carlos”, ocasionando por confusión el cañoneo de ambos buques hasta que explosionaron al comunicarse las llamas, muriendo la mayoría de las dos tripulaciones, casi 1.700 hombres. La adquisición del navío “Fernando VII” fue todo un fiasco. Ya he dicho líneas más arriba que aquí había un error de ese periódico. Me consta que fue botado en 1813 con el nombre de “Lybek” y más tarde comprado de segunda mano y en muy mal estado por España en 1817. Al zarpar rumbo a nuestro país, llegó a Cádiz el 27 de febrero de aquel año y fue rebautizado como “Numancia”. Más tarde pasó al astillero de La Carraca, siendo desguazado en 1823  sin haber navegado ni un solo día. El “Isabel II”, mejor dicho, el “Reina doña Isabel II” fue uno de los últimos navíos de vela. Disponía de 86 cañones y era similar a otro, el “Rey don Francisco de Asís”, de 84. Ambos se realizaron con los planos de otro, el “Soberano”. El coste de cada uno de ellos fue de 4.975.000 reales de vellón. El primero de ellos entró en servicio en 1852; y el segundo, al año siguiente. El primero de ellos bombardeó la costa de África en 1860. Ese mismo año se pondría la quilla de un nuevo navío de vela de 100 cañones, que debía llamarse “Príncipe Alfonso”, paralizándose la obra al advertirse que se trataba de un proyecto totalmente obsoleto, para convertirlo en la fragata blindada y de hélice que posteriormente se llamaría “Sagunto”. En 1870 ya estaban dados de baja ambos navíos. El “Alfonso XII” fue hundido en Mariel tras ser perseguido por la escuadra estadounidense el 5 de julio de 1898. Y, finalmente, el acorazado “Alfonso XIII”, más tarde llamado “España”, tuvo un final rocambolesco al chocar contra una mina “sembrada” por el minador “Júpiter”  y hundirse en la bahía de Santander poco después de las 7 de la mañana del 30 de abril de 1937.




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