miércoles, 23 de octubre de 2013

Arrobamiento teresiano





Una noticia aparecida en los medios me recuerda aquellos veranos en los que no había nada que contar a los lectores y la prensa llenaba páginas con los misterios del Lago Ness, el asunto de los ovnis y el crimen de la calle de Fuencarral. Ahora leo que “desarticulan una red de concesionarios que manipulaban los cuentakilómetros de los coches usados en Gran Canaria para facilitar las ventas”. Y se añade que uno de esos vehículos no tenía 59.240 kilómetros en su rodaje sino 142.000. A mi entender, esas cosas han sucedido siempre en España con los vehículos de segunda mano, con los mulos que vendían los tratantes en las ferias de ganado a los que se les apañaban los dientes de no sé qué manera, con las antigüedades que no eran tales, etcétera. Este es un país de pícaros y ya se sabe, el que más chufla, capador. La capacidad de engaño, en el caso de la automoción, es inversamente proporcional a la compresión de los cilindros del utilitario que se pretende vender. A menor compresión, mayor engaño. Lo malo es cuando nos falsean datos desde el Gobierno y nos presentan porcentajes falsos en paro, en economía, en sanidad… Ya se anuncia que la campaña de Navidad generará más de 534.000 contratos de trabajo. Pero eso, de ser así, no deberemos relacionarlo con un milagro de la Blanca Paloma, a la que tanta devoción tiene la ministra Báñez, que confunde los milagros de la Virgen con la fabricación de los polvorones de Estepa, de los turrones de Jijona y de los guirlaches de Calatayud. Esos contratos, de producirse, durarán el tiempo en que se tarda en hacer un trozo del Camino de Santiago en bicicleta. Y pasada la Epifanía, los lunes al sol, y los martes, y los miércoles y el resto de los días de la semana. No significa crear empleo neto sino jugar al escondite con las cifras del INEM. Guindos ha abierto los ojos como platos al conocer que  Bill Gates entraba en el accionariado de Fomento de Construcciones y Contratas, aunque el resto de los mortales no terminemos de entender cómo este moderno Epulón puede adquirir el 6% de una compañía  que el año pasado presentó unas pérdidas de 1.028 millones de euros. ¿Acaso ya se está pensando en el embrión de otra burbuja inmobiliaria? El dinero tiene razones que la razón no comprende. Ese debe ser el dinero a capazos que vio Emilio Botín en su éxtasis teresiano llegar a España durante su última estancia en Nueva York. Solo falta que Carlos Slim, en un arranque de valentía, se haga con Sniace, con Fagor y con el Real Zaragoza, comprándole las acciones a Agapito Iglesias. Ah, se me olvidaba, y que Goirigolzarri se instale en La Moncloa como profesor particular de Mariano Rajoy.

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