lunes, 7 de octubre de 2013

La agonía de los cines




Leo en ABC que las salas de cine están desapareciendo en Madrid. Yo añadiría que en Madrid y en el resto de España. El cine fue la única diversión que tuvieron muchos ciudadanos y que les permitía adentrarse en la época de los romanos, en el Oeste americano, en aventuras africanas o en los bajos fondos del gangsterismo con sólo pagar una entrada. Según me informo, sólo en Madrid, “en las últimas tres décadas han cerrado 85 cines: en 1980 había 117 salas y ahora sólo 32. El Renoir de Cuatro Caminos es la última víctima”. En Zaragoza, donde resido, ha sucedido algo semejante. Y en ciudades más pequeñas, como Calatayud, de las tres salas que hubo durante mi juventud sólo ha quedado una y no sabemos por cuánto tiempo. Hoy una entrada, con el abultado IVA añadido (del 10% se ha pasado al 21%) sobrepasa los 9 euros por butaca. El presidente de la Academia de Cine, Enrique González Macho, declaraba hace pocos días en la Cadena Ser que “una cuarta parte del precio de la entrada se va en impuestos”. Otra zancadilla al cine español ha sido el aumento progresivo de las descargas “ilegales”. De paso, digámoslo todo: en España no se hace, por regla general y salvo pocas excepciones, un cine decoroso. Los recursos son escasos, muchos actores no saben ni vocalizar, los doblajes son un fiasco y los productores, o sea, esos tipos que ponen el dinero para el rodaje, se pasan la vida buscando la subvención pública. Por todos es sabido que las cadenas de televisión españolas están obligadas por ley a invertir un 5% de sus ingresos en producciones cinematográficas. Si a ello añadimos que gran parte del público que asiste a las proyecciones en sala, al menos en la actualidad, es un público de cuadra, que habla y no hay forma de que permanezca en silencio y hace excesivo ruido comiendo no sabemos qué, la suerte para el negocio español tiene un negro futuro.

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