jueves, 24 de octubre de 2013

Pons y el trío de la bencina




La prensa comenta, como si eso fuera una novedad, que hay huelga de la educación. Me consta, sin que me lo tenga que decir nadie, que la educación en España se perdió de la misma manera que se esfumaron los 1.217 millones en la trama de los ERE de Andalucía, o la aplicación con carácter retroactivo de aquella doctrina que nació con la sentencia 197/2006 del Tribunal Supremo, que no supo calibrar en su día que por el principio de seguridad jurídica no pueden modificarse autos firmes, ni aplicar retroactivamente el cambio de criterio en perjuicio del reo. Una cosa es la educación que quiere imponer el ministro Wert, y otra muy distinta la falta de educación que desean imponer los maleducados en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Me refiero a la educación informal, esa que se recibe en los espacios sociales y que se adquiere a lo largo de la vida. En lo que respecta a la sentencia del Tribunal de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, entiendo que de nada servirá que el Partido Popular, con González Pons al frente, y el trío compuesto por Ana Botella, Ignacio González y Esperanza Aguirre acalorando el ambiente, se manifieste por las calles de Madrid el próximo domingo. Las sentencias hay que respetarlas, gusten o no gusten. Tampoco, a mi entender, el partido del Gobierno debe, como ha hecho mediante un comunicado, animar a sus militantes y simpatizantes  a que acudan a la manifestación a favor de la justicia por las víctimas del terrorismo. En un reciente artículo, Mario Conde, abogado del Estado, recordaba lo siguiente: “El Tribunal de Estrasburgo tiene el asunto muy claro: no niega la doctrina Parot. Sólo dice que no se puede aplicar retroactivamente, algo en Derecho Penal casi tan viejo como el mundo”. Rajoy se encuentra entre la espada y la pared. Teme que en la concentración del próximo domingo en la Plaza de Colón se cuestione la política antiterrorista del Gobierno. Y tal vez llevado por su notoria pusilanimidad, ayer hizo algo que nunca debería haber hecho, es decir, unas declaraciones -y así lo cuenta hoy ABC- en las que ponía de manifiesto su rechazo a la sentencia del Tribunal de Estrasburgo, aunque a su Gobierno no le quedase más remedio que acatarla. Rajoy va por el mundo de europeista. Qué risa, Marisa.

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