miércoles, 20 de noviembre de 2013

II Año Triunfal




Hoy me desayuno con un artículo de Antonio Aramayona, profesor de Filosofía, en “El Periódico de Aragón”. Aramayona, bajo el título “Los gobernantes de la cachiporra”, comienza recordando  a  Francisco de Quevedo cuando éste señala que “donde hay poca justicia es un peligro tener razón”. Cierto. Seguidamente cuenta el autor: “Gallardón y Fernández Díaz, Justicia e Interior (tanto monta, monta tanto) pretenden convertir en delito cualquier conato o acto de protesta ciudadana. Para ello están ultimando una serie de modificaciones legislativas del Código Penal y de la Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana (triste concepto tienen hoy los actuales gobernantes de la seguridad y la inseguridad) para que la constitucional garantía de la seguridad ciudadana acabe siendo una máquina repartidora de duras multas, enjuiciamientos e incluso cárcel para quiénes contravinieren sus órdenes y su nostálgico proyecto de sociedad. (…) Ay de quien en su ardor o ingenuidad quede con otros o invite a otros por algún medio, incluido internet, a un acto de protesta que previamente no haya autorizado el gobernante, de la cachiporra, pues su acción podrá ser interpretada como un delito de alteración del orden público y castigada con penas de hasta tres años de cárcel. Pronto podrá comprobar también que ese gobernante, lejos de enviar a la policía a detener a quienes, por ejemplo, han timado y se han lucrado de miles de impositores y ahorradores a quienes han arruinado, puede enviar su policía a reprimirlo, multarlo o detenerlo”. Mal comienza el III Año Triunfal de estos políticos a la derechona más rancia que, utilizando las técnicas de Miguel Primo de Rivera con la represión a base de multas tremendas (faltan los destierros, como le sucedió a Unamuno, aunque todo se andará), pretenden mantener España como una balsa de aceite. Sigue Aramayona: “Usted solo podrá ir o venir o concentrarse o manifestarse allí donde la autoridad le conceda permiso, previa solicitud presentada en plazo. El artículo 21 de la Constitución les importa, de hecho, un carajo a los actuales gobernantes de la cahiporra. Les importa un carajo que la Constitución reconozca el derecho de reunión pacifica y sin armas. (…) No espere usted que de la boca de algún gobernante salga una palabra sobre redistribución de la riqueza, apresamiento de los delincuentes por blanqueo de dinero, fraude fiscal, paraísos fiscales o apropiación indebida por parte de entidades financieras. Al parecer, eso no provoca alarma social ni perturba la paz social, amén de que es imposible vigilar al vigilante y enchironar al enchironador”. En suma, con las nuevas medidas represoras del Gobierno, la domesticación de los sindicatos y el abuso irritante de partidos de fútbol televisados, ya parece estar controlada la situación laboral y social de los españoles, o sea, la paz de los cementerios.

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