domingo, 24 de noviembre de 2013

Pascual González




Hace tiempo escribía, no recuerdo cuándo, que lo primero que hago todas las mañanas con el desayuno es leer por internet  “El Redcuadro” de Antonio Burgos. Sus artículos en ABC son como flores de un jardín que se abren con el alba y se cierran cuando cae la luz en la atardecida, para abrirse al día siguiente, y así. Como si fuesen dondiegos de noche. Pero ahora, sin quitarle un ápice de mérito a Burgos, me ha entrado el gusanillo de leer también a Pascual González, sí, a ese, al de Cantores de Híspalis, en la sección de “opinión” de "El Correo de Andalucía". Lo último, lo de ayer, con su “Tapeando por Sevilla” me recordó “la bodeguita Romero”, “el Mesón de la Pescada y del Jamón” y el “bar Iruña” de mis 3 veranos, 3, en la Sevilla de luz, aviones y vencejos acharolados y limpios. Sevilla está en mi recuerdo de muchacho como el de aquella chiquilla a la que no has vuelto a ver desde la juventud y que ya estará muy cambiada con la edad, como la Sevilla de las Setas, de la Torre Pelli, de los tipos de las mariscadas que no terminan de digerirlas y de Susanita, que ha aparecido en la escena política socialista como un elefante en una cacharrería y que ha dejado a Rubalcaba como un ratón chiquitín, que toma chocolate, turrón y bolitas de anís, pero de anís del Mono, el de Badalona. Pascual González me recuerda a aquellos clientes de barra de bar que nunca tenían prisas y a aquellos camareros que te soltaban una letanía de tapas y raciones cuando sólo le habías pedido una cervecita fresca de barril. “¡Póngame una tapita de Triana o Macarena! ¿O qué tienes? ¿Qué tapas me recomienda? Tengo Torre de Oro y río, orillitas de quejíos y Postigos en aceite, cucañitas de Santa Ana y azahares a la fuente. Tengo un poquito de cielo, soniquetes clarineros y arbero (sic) de Maestranza, y salpicón de claveles, y delicias de Esperanzas. También tengo plazoletas, pianillo a la Barqueta y almenitas de Alcazaba, y revuelto de cornetas de Centuria a la romana. (…) ¿O quiere usted una glorieta de rimas, plazuela de Doña Elvira y Font de Anta en su marcha, pincelitos de Museo, rollitos de Coliseo, y sombreros de ala ancha? No se quejará mi amigo, dígame usted lo quiere que si no le gusta, puede decirme que pare el carro que también tengo palillos y artesanitos de barro. Ensaladilla de palmas, montaditos de guirnaldas y un compás por bulerías con piolas y petancas y estofado de alegría. Balconcillos de jazmines, primaveritas de abriles y macetas de geranios, puntitas de Baratillo y maniguetas de palio. Torreón de don Fadrique, mantones bordaos con pique y cava de bronce y mimbre, cocido de capirotes y muchas ganas de irme”. Eso es torear con el idioma y darle unas gaoneras al léxico con una revolera de propina. Pascual González lo mismo le canta al Cachorro unas sevillanas que se merienda con papas fritas la inefable expresión de que “Sevilla es la servilleta de una Virgen de Murillo”. ¡Joé, que hombre! De que pozo sacará tanta sabiduría… Seguiré observando, a ver si me entero.

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