martes, 31 de diciembre de 2013

Feliz 2014




Todo pasa y todo llega. Se acabó mirar el erial y ahora toca esperar a que aparezcan los brotes verdes. Los de las “verdes campiñas” de aquella canción de nuestra juventud perdida para siempre y que cantaba el catalán José Guardiola y los Blue Diamonds del pegadizo “Ramona”. Pero los seis millones de parados siguen ahí impertérritos esperando que aparezca un maná en forma de trabajo-basura que no termina de llegar. Y yo con estos pelos y en bata de guatiné mirando por la ventana. Se quejaban los mileuristas de que eran eso, mileuristas. ¡Que más quisieran ellos que ser mileuristas! En Aragón, Rudi, la de los ojos saltones que parece llegada de otro mundo, “apuesta por la recuperación y pide profundizar en la realidad de la Corona de Aragón”, al menos eso dice el Heraldo, y Rubalcaba –también lo señala ese diario- confía en que en 2014 se confirme el cambio de tendencia hacia el PSOE. ¿Qué es eso de la realidad de la Corona de Aragón? Joder, con qué nos sale ahora esta sinsorga. Rubalcaba lo tiene claro: seguir en la mata hasta el próximo congreso, cuando aparezca en escena la andaluza Susanita, la del ratón chiquitín con sus frases-papilla y con esa supuesta alternativa de gobierno en el reinado del Marqués de Carabás y del Gato con Botas. El tope máximo que los pensionistas pagan por sus medicinas subirá un 1’5% en una comunidad, la de Aragón, que es una de las cinco que incumple el objetivo de déficit. Este nuevo año, 2014, será el año turístico a Portugal, para que puedan abortar las mujeres españolas que así lo deseen dentro de los plazos. “Lisboa antigua reposa/ llena de encanto y belleza/ que fuiste hermosa al sonreír/ y al decir…tan airosa. / El velo de la nostalgia/cubre tu rostro/ de linda princesa”. Ha aparecido en escena Gallardón, que es el brote verde de su padre, y quietos paraos. Nos hemos quedado sin Eurovegas, y sin los juegos olímpicos del 2020 pero aquí no passssa nada. Y si pasa, ¿qué pasa? A todos les ha dado por la cocina y el Cortinglés ya vende ropa de cocinero de lo más hortera y para todos los gustos. “Camarero señor, / que hay para hoy”. El alemán Karlos Zölner, que compuso la canción original, “Der Speis ezzetel”, fue interpretada más tarde por la Coral del Ensanche dirigida por Miguel Arregui Trecet, que por aquel entonces (1927) tocaba el piano, no como lo hacen los políticos de ahora sino como lo hacía el polaco Chopín, en el Café Iruña, fundado por Severo Unzue en 1903; es decir, hace ahora 110 años. La canción se escribió en la mesa de la cocina de la cafetería de la calle Berástegui: “Solomillo asado/con patatas fritas/ sesos huecos, hígado, liebre, chateaubriand”. Se presentó en público en el Kiosco del Arenal, el primer domingo de la Semana Grande bilbaína, es decir, el 19 de agosto de 1928. Pero a lo que iba, se acaba el año y noto como un frío en la espalda que no lo templa ni la sidra “El Gaitero”, famosa en el mundo entero. Me da que aquí no se salva ni dios: “Frito de espinacas, / berenjenas fritas, habichuelas/ fríjoles y tortilla al ron”. Feliz año.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Apariciones, las de antes




Yo, si les digo la verdad, prefería los mensajes de Fin de Año que Franco emitía en blanco y negro para única televisión que había en España y para el dial de emisoras. Todos los españoles, conversos e inicuos, sentíamos como un halo de misterio alrededor de la figura de un anciano general, que movía el brazo arriba y abajo como sujeto con un cordón de marioneta cuando hacía referencia explícita al contubernio judeo-masónico, que para la mayoría de los españoles era lo más parecido a una hidra de dos cabezas que caminaba por las aceras de Madrid arropado con una bufanda negra como la sotana de un clérigo y un chambergo, también bruno, que no permitía ver su verdadero rostro. El contubernio judeo-masónico repetido cada noche de San Silvestre por un generalito con voz de sarasa y que había hecho cima como si fuese un Edmund Hillary de pacotilla sobre la cúspide de un millón de muertos, conseguía que me fuese a la cama tras haber tomado las doce uvas con la misma angustia que siendo niño me producía la imagen del Hombre del Saco. Nunca supe qué contubernio era aquel, tantas veces repetido, ni sabía ponerle cara. Franco había querido ser masón durante sus años jóvenes y no lo consiguió al ser rechazado por la Orden, algo que no aconteció con sus hermanos Ramón y Nicolás ni con su propio padre. Por cierto, en Zaragoza se editaba el periódico “Amanecer”, fundado mucho antes que tantos otros diarios del Movimiento (por la Ley de 13 de julio de 1940) y que acabó su andadura en 1979, siendo su último director Ángel Bayod Monterde. Pues bien, el 19 de septiembre de 1936, ese periódico zaragozano de ideología falangista afirmaba: “Es tal el daño que esta sociedad perniciosa ha causado a España, que no pueden la masonería ni los masones quedar sin un castigo ejemplarísimo. Castigo ejemplar y rápido es lo que piden todos los españoles para los masones, astutos y sanguinarios. Hay que acabar con la masonería y los masones”. Y el 2 de octubre de aquel año “El defensor de Córdoba” ponía la guinda a la tarta hurgando en la herida y nos sacaba de dudas: “Y para que aquélla desaparezca [la Masonería], ¿qué hacer? Preguntad a Mussolini”. Como digo, los mensajes de aquel Jefe del Estado con sus llamadas al exterminio de todas las logias masónicas y de todo aquello que se moviese sin su permiso, producían el mismo estupor que nombrar al cuélebre. Curiosamente, el jesuita José Antonio Ferrer Benimeli (Huesca, 1934) está considerado hoy como el máximo experto en temas masónicos. En unas declaraciones ese fraile comentó lo siguiente: “Es la estrategia de los autócratas que precisan de una bestia negra a la que echar la culpa de todos los males y justificar así las tropelías que ellos cometen. La de Hitler fueron los judíos; la de Stalin, los trotskistas; la de Franco, los masones”. Ahora es distinto. En los mensajes del Rey en Nochebuena, como escribe Pedro Fernández-Barbadillo en “Libertad Digital”, se han caído Jesucristo y Franco. “El Rey -señala Pedro- nos ha dejado expresiones como ‘En estas entrañables fechas’, ‘La Reina y yo’, ‘Os insto/exhorto a…’, ‘Es para mí un motivo de orgullo y satisfacción’, ‘Como un español más…". Vamos, todo muy aburrido.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Sobre ritos y trinques




Siempre que llegan estas fechas de fin de año, como si de un extraño rito se tratase, vuelvo a releer una vez más “La Nochebuena de 1836” de Mariano José de Larra. Hay párrafos que ya sé de memoria. Pero miren ustedes  por dónde, abriendo las páginas de “Vozpópuli” me topo con el apartado “Farsas y farsantes en la Historia de España (II), donde se hace mención al falso cuadro de Ricardo Baroja expuesto en una galería madrileña para su posible venta y que, en realidad, aunque salió de la casona de Vera de Bidasoa, había sido pintado por su sobrino Julio Caro. A pesar de las explicaciones dadas por don Julio, los encargados de aquella exposición hicieron caso omiso a las explicaciones del sobrino de Baroja sobre su verdadera autoría y decidieron, a pesar de ello, seguir en sus trece. Para llorar. Un poco más abajo, “Vozpópuli” hace referencia a una faceta de Baldomera Larra, hermana de Adela, ambas hijas de  de Mariano José. Adela fue más conocida en la Corte por ser la amante predilecta de Amadeo de Saboya. Pues bien, su otra hermana, Baldomera, hija póstuma de Fígaro, estuvo casada con un médico que decidió marcharse a Cuba, dejando a su mujer y a sus hijos en una precaria situación económica. Baldomera tuvo que “buscarse la vida” y no se le ocurrió nada mejor que llevar a la práctica una pirámide financiera con la que llegó a amasar 22 millones de reales sin siquiera conocer los esquemas de Carlo Ponzi, el famoso delincuente italiano especializado en estafas, nacido en Lugo, Italia, el 3 de marzo de 1882, y que a su vez se había inspirado en William F. Miller, un contador de Brooklyn que en 1899 utilizó el mismo sistema piramidal para estafar más de un millón de dólares. Ahora, siglo y pico más tarde, con una crisis económica que se prolonga en el tiempo pese a la palabrería del inepto Mariano Rajoy (que se adjudica triunfos económicos que en nada se deben  a él ni a su deplorable Gobierno sino al hecho de haber bajado Europa la prima de riesgo, lo que supone un ahorro al Estado de 8.300 millones de euros) y donde hasta tenemos a una infanta de España como “imputada intermitente”, bueno es recordar tiempos pasados. Para más información, recomiendo la lectura de la IV parte del “Anecdotario Histórico Contemporáneo” (Editora Nacional, Madrid, 1949, pp. 49 a 52) de don Natalio Rivas, con dedicatoria al doctor Gregorio Marañón. Todo un lujo de volumen difícil de encontrar hoy en las librerías.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Tranvías




Me encanta el tranvía y ese deleite me embarga desde la niñez, cuando por algún motivo mis padres me traían a Zaragoza. Había uno de ellos que partía de la Plaza de la Seo y terminaba en la Academia General Militar. En su trayecto por la antigua carretera de Huesca, en el Arrabal zaragozano, el tranvía de vía única debía hacer ciertas paradas de espera al otro que venía en dirección contraria. Para ello, se disponía unos carriles suplementarios en los se apartaba uno de ellos hasta que pasase el que iba en dirección contraria. Era unos viejos armatostes conducidos por un señor de traje de pana y gorra de visera que conducía de pié y movía parsimoniosamente una especie de manivela de un lado para el otro. Ante el peligro, hacía sonar una campañilla. Su pareja, el cobrador, permanecía sentado en un lateral cerca de la puerta trasera y, si era menester, salía del vagón para echar unas paladas de tierra sobre los raíles cuando las ruedas patinaban por el hielo, o a colocar el trole sobre la catenaria cuando se salía. Los tranvías eléctricos nacieron en Zaragoza durante las Fiestas del Pilar de 1902 y las ancianas jardineras de trasporte animal sirvieron desde entonces de remolque a los coches eléctricos. Años más tarde, a finales de los 60, en Barcelona tomaba todos los días el tranvía  número 56, “Roger-Sants”, para ir al trabajo. Éstos eran más modernos que los existentes en Zaragoza y el conductor iba sentado y accionaba unos pedales. Sin embargo, por aquellos años, todavía quedaba uno de ellos muy antiguo y de color amarillo, el que circulaba entre La Verneda y el Zoo del Parque de la Ciudadela. Aquella Verneda de Sant Martí seguía todavía como a principios del siglo XX, cuando sus casitas bajas con jardín eran trasladadas a los lienzos por los componentes de “la colla del Safrá”. Mas tarde descubriría los tranvías de Lisboa, que trepan por las cuestas como lagartijas. Y ahora, con ocasión de una visita a Parla para hacer unos mandados, he podido subirme a unos tranvías verdes y pasear en ellos por unos descampados. En el tranvía, como en el agua, reside toda la melancolía.

sábado, 21 de diciembre de 2013

No viene a cuento




Me parece una brillante idea que el Ayuntamiento de Zaragoza se haya acordado de los vecinos fallecidos durante el año que está a punto de terminar. Pero ese detalle, viniendo de quien viene, o sea, del Consistorio, es como para tocar madera, si tenemos en cuenta las abultadas tasas municipales que los ciudadanos pagamos año tras año por tener los restos de nuestros seres queridos depositados dentro del recinto del Cementerio de Torrero. Pero, bueno, agradezcamos el detalle y no la toquemos más, que así es la rosa. Lo que ya no comprendo es el homenaje que se hizo ayer, 20 de diciembre, en el camposanto zaragozano, donde se incluía un pequeño concierto de 20 minutos de duración con canciones navideñas a cargo de la Coral Municipal Saduie celebrado en la sala de ceremonias número 2,  ni tampoco el encendido de luces en cuatro cipreses  del recinto. A los muertos les traen al pairo los gorigoris de quiénes aspiran a vendernos el Cielo en parcelas y los villancicos que cuentan cómo beben los peces en el río. A los difuntos les importa un bledo los encendidos de cipreses navideños y la demagogia barata de un alcalde, Belloch, que ya nos hace el favor a los zaragozanos de poder abonar el abultado IBI mediante tres cómodos plazos. Esas cosas de encendidos de árboles y de ñoños villancicos son propias de los grandes almacenes que invitan al consumo y de las puñeteras compañías eléctricas, que tantos sustos nos dan con las subastas. A los muertos hay que dejarlos en paz. Así de simple.

lunes, 2 de diciembre de 2013

¿Quién era el Elefante Blanco?





Ayer domingo fallecía el exgeneral Alfonso Armada Comyn, marqués de Santa Cruz  de Rivadulla, una de las tres personas distintas, que junto a Jaime Milans del Bosch y Fernando de Santiago y Díaz de Mendívil, pretendieron fusionarse en un solo dios verdadero, o sea, en la “Autoridad Militar por Supuesto”, mediante una regresión en España al estilo de aquel 13 de septiembre de 1923, cuando Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, capitán general de la 4ª Región Militar, se convirtió en uno de los “salvadores patrios” con sus cuartillas “Al País y al Ejército”, entregadas a los periodistas a la una y media de la madrugada de aquel día: “Españoles: Ha llegado para nosotros el momento más temido que esperado…”. Mientras, el rey, que se encontraba en San Sebastián,  anunciaba su llegada a Madrid en el expreso de las siete. ¡Ay, cuánto pudimos echar en falta los ciudadanos en aquellos días de febrero de 1981 a Vicente Blasco Ibáñez! Eduardo Aunós (“El general Primo de Rivera”, Ed. Alhambra, Madrid, 1944) dejó escrito lo acontecido aquel frío 12 de febrero de 1930: “A las siete de la tarde iba camino de Barcelona el invicto español en su automóvil, cuyo dueño formaba parte del modesto séquito del general. Apenas llegaban los viajeros a Alcolea del Pinar, comenzó a caer una nevada de extraordinaria fuerza, que si al principio no preocupó a nadie, al acercarse a Calatayud aparecía como obstáculo insuperable, sobre todo ante la necesidad de atravesar el puerto de El Frasno, (…) y planeó continuar el viaje en el tren expreso, cuyo paso por Calatayud estaba señalado para dentro de breves minutos. Aprovechando las pocas plazas vacías del convoy, reanudó el general su viaje a Barcelona, descendiendo en el apeadero de Gracia”. Curiosamente,  ese fue el mismo apeadero que tomó Primo de Rivera una noche, seis años antes, camino de Madrid. (Recomiendo la lectura de “Crónica de la Dictadura de Primo de Rivera”, Manuel Rubio Cabeza, Sarpe, 1986). Pues nada, nos hemos quedado sin  poder saber quién era el “Elefante Blanco”. “El grueso del sumario –como bien recuerda José Oneto en un reciente artículo de opinión- está en poder del Tribunal Supremo, que no permite su consulta hasta que hayan transcurrido veinticinco años después de la muerte de todos los procesados, o cincuenta años a contar desde la fecha del fallido golpe de estado, es decir en el año 2031”. Paciencia.