jueves, 23 de enero de 2014

De pena




No sé dónde vamos a llegar. Una cosa es que el PP desee privatizar los servicios de Salud y otra muy distinta que el cartelón del Hospital Clínico Universitario “Lozano Blesa” de Zaragoza se caiga al suelo hiriendo a varios transeúntes, como ha acontecido esta mañana. Le echan la culpa al cierzo.  El caso es que a uno de ellos le han tenido que intervenir quirúrgicamente y posteriormente trasladarlo a la UCI. A los otros dos heridos, que han tenido más suerte en la pedrea, les han puesto unos esparadrapos y les han dejado que continuasen su camino, o que siguieran fumando en la puerta, que no sé. Hay que tener cuidado cuando te acercas a un hospital y mucho más si penetras en él para visitar a un amigo. Pueden ocurrir dos cosas, una que pilles un microbio hospitalario; que entonces vas listo. Otra, que te pille un enfermero que traslada a un paciente en silla de ruedas. A mí me sucedió lo segundo. Me embistió por detrás un despistado camillero con la mala fortuna de que me dio con uno de los apoyos de los pies de una silla en el tendón de Aquiles. Me hizo un corte y se quedó tan fresco. Y es que algunos camilleros transportan las sillas con los enfermos como si fueran cabezas de toro con ruedas en la práctica del toreo de salón. Desde entonces aprendí la lección: no hay que perder nunca la cara ni al toro ni al enfermero despistado. Como te salgas del cuadro en la arena o en la baldosa de terrazo, uno u otro, es decir, el toro o el enfermero, te remiten a la enfermería a que te envuelvan en vendajes. Lo malo de España no es que se estén cargando la sanidad pública, sino que a los camilleros, tras los accidentes, nadie con autoridad bastante les practiquen la prueba de alcoholemia. ¡Qué menos¡

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